Algo mucho peor que ‘el opio del pueblo’

A primeros de noviembre el Premio Goncourt, el máximo galardón de la literatura francesa, se adjudicó al escritor argelino Kamel Daoud, columnista del periódico reaccionario Le Point y habitual en las tertulias de las televisiones. El premio indica los derroteros de la ideología dominante en Francia, envuelta en el rechazo virulento del mundo árabe-islámico y, sobre todo, de la “islamización” de Francia.

“No hay peor astilla que la de la propia madera”, dice un refrán y la intelectualidad francesa prefiere que su tarea inquisitorial la lleven a cabo personajes como Daoud. Pero en el mismo saco podría meter también al máximo dirigente de los fascistas franceses, Jordan Bardella, otro renegado del que ya hablamos anteriormente. Los defensores de la “identidad nacional” son personajes así, que llegan de fuera y se identifican tanto con los autóctonos que quieren cerrar la puerta. El cupo se ha agotado. Ya no cabe nadie más.

El argelino es el reverso de Frantz Fanon. En la dialéctica del amo y el esclavo, Daoud se ha puesto del lado del amo y en el “choque de civilizaciones” también. Es un tránsfuga que, además de la cultura árabe-islámica, rechaza a su propio país para ponerse al servicio de la antigua metrópoli. El amo se relaciona con el esclavo a través de este tipo de intermediarios, decía Hegel. Son los “cabos de vara” de la dominación.

Un intérprete tan acabado de la ideología dominante, como Daoud, consigue que sus lectores se identifiquen plenamente con sus escritos y novelas, llenas de tópicos sobre la civilización del otro lado del Mediterráneo, cuyos males no tienen un origen colonial, ni político, ni económico, sino religioso.

Con ese punto de partida, en Francia la ideología dominante es tan cutre como en los demás países europeos. Parece que el islam no es una religión como las demás, que tiene algo distinto, mucho peor que el “opio del pueblo”: atavismo, ocurantismo, machismo, odio la modernidad, a occidente…

El Premio Goncourt ha llegado en el momento político más oportuno. La simbiosis del colonizado con su metrópoli es tan estrecha que alcanza a la defensa de Israel frente a unos vecinos árabes muy belicosos. Los argumentos de Daoud son otra colección de tópicos de amplio espectro para consumo de los tertulianos de las televisiones: Israel tiene derecho a defenderse, Hamas es una organización teocrática…

En su última novela, Houris, el autor relata la historia de Aube, una joven argelina cuyo cuerpo lleva las cicatrices del “terrorismo islamista” que asoló Argelia en los años noventa. Sueña con recuperar su voz para contar su historia, especialmente al niño que espera. Daoud critica a los yihadistas de su país, pero también al gobierno que acabó con ellos después de una década de guerra brutal.

Actualmente se celebra la Feria Internacional del Libro de Argel, que acoge a más de 1.000 editores de 40 países, con 300.000 títulos. Pero Daoud no tendrá la oportunidad de exponer su novela porque si el Premio Goncourt es política, la Feria también: Argelia insiste en mostrar la lucha anticolonial, no la defensa de la colonización.

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