El jueves Nancy Faeser, ministra de Interior alemana, anunció en una rueda de prensa que los fabricantes de equipos chinos Huawei y ZTE tienen que hacer las maletas. Ya no admiten sus servicios en las redes 5G. “En las redes centrales 5G los componentes de Huawei y ZTE ya no podrán utilizarse a más tardar a finales de 2026. Para las redes de acceso y transporte 5G, los sistemas de gestión críticos de ambos fabricantes deben sustituirse a más tardar a finales de 2029”, añadió la ministra.
Esta decisión “se aplicará a toda Alemania”. Por lo tanto, afectará a todos los operadores del país, empezando por Deutsche Telekom, el número uno europeo en telecomunicaciones, que utiliza los servicios de Huawei. Lo mismo ocurre con la filial alemana de Vodafone, así como con la española Telefónica. En los últimos años estas empresas han realizado instalaciones con equipos de Huawei y ZTE para modernizar sus antenas 4G y actualizarlas al 5G. El 59 por cien de ellas proceden de proveedores chinos. Huawei disfruta de una mayor cuota de mercado en Berlín que en Pekín, donde comparte mercado con ZTE y otros proveedores.
La decisión va a costar muy cara a los operadores alemanes. Tendrán que sustituir sus equipos chinos por los de los otros dos grandes fabricantes mundiales de equipos, la finlandesa Nokia y la sueca Ericsson. Eso va a ralentizar el despliegue de 5G en Alemania, en un contexto en el que esta tecnología es importante para mejorar la competitividad de las empresas.
El pretexto del gobierno de Berlín es la seguridad. Por eso el anuncio procede de una ministra de Interior. La decisión tiene como objetivo “proteger el sistema nervioso de la economía alemana, así como las comunicaciones de nuestros conciudadanos y empresas de nuestro país”, explicó Faeser.
Los dos gigantes chinos de las infraestructuras digitales despiertan las peores paranoias en Europa. Además de las preocupaciones sobre el espionaje, muchos países plantean el riesgo de un cierre deliberado de las comunicaciones en caso de guerra, con efectos devastadores en sectores críticos y altamente digitalizados, como el transporte, la energía o la salud. En el Viejo Continente, varios países -como España, Reino Unido, Francia o Suecia- ya han tomado medidas para prohibir la presencia de los fabricantes de equipos chinos en las redes 5G.
Hace apenas un año, la Comisión Europea pidió a los 27 países miembros de la Unión Europea que tomaran medidas para excluir a Huawei y ZTE de las redes móviles. Thierry Breton, comisario de Mercado Interior, no ocultó su paranoia. “No podemos darnos el lujo de mantener dependencias que podrían convertirse en armas contra nuestros intereses”, afirmó. Es un riesgo demasiado grande para la seguridad europea”.
El pasado mes de enero el Parlamento europeo amplificó la paranoia. Pidió a la Comisión que “propusiera estándares de seguridad adicionales para los proveedores chinos de redes 5G”.
El gobierno alemán ha tardado más de cinco años en purgar a Huawei y ZTE de sus redes. Ha postergado la decisión para tratar de preservar sus intereses económicos, porque China sigue siendo su principal socio comercial. Durante mucho tiempo Berlín ha temido que un boicot a Huawei y ZTE empujaría a China a tomar represalias económicas en su contra.
China se ha convertido en el principal mercado para la poderosa industria automovilística alemana. Sus fabricantes generan allí un tercio de su volumen de negocios y de sus beneficios. Las represalias de Pekín están cantadas.