Albania: un país que cambia el socialismo por un basurero

Una noche de agosto del año pasado un joven campesino de 17 años, Ardit Gjoklaj, murió aplastado por un tractor en el basurero de Sharra, cerca de Tirana, la capital albanesa, cuando rebuscaba entre los residuos y la porquería para tener algo que comer al día siguiente. La policía se llevó el cadáver de allá y prohibió el acceso de los periodistas al lugar.

La periodista Alida Tota realizó un reportaje sobre la muerte de Ardit para la cadena de televisión privada ANews y la despidieron. Al periodista Artan Rama también le despidieron de la cadena Vision Plus por el mismo motivo: hay que encubrir que Albania ha pasado de ser un país socialista a convertirse en el basurero de Europa.

El gobierno albanés ha convertido Sharra en una gigantesca montaña en la que una multitud hambrienta busca día y noche cobre, chatarra y botellas de plástico para vender a las plantas de reciclado; cada día tienen que llenar un saco de residuos, tóxicos muchos de ellos, que les permita ganar apenas 6 ó 7 euros.

En el capitalismo la basura es una mercancía singular, la única por cuya importación no se paga sino que se cobra. Desde 2003 se ha legalizado en Albania la importación de basura y desde entonces la polémica ha adquirido un carácter nacional. Nadie quiere que su país sea considerado como un basurero asqueroso.

Albania podría ser, como España, un destino turístico barato, de playas, hoteles, parques temáticos y grandes centros comerciales. Pero es un asco andar por las calles de cualquier ciudad, o cruzar los caminos en coche, o contemplar el curso de los ríos; no se ve más que mierda por todas partes.

Cuando en 2013 los socialistas prometieron acabar con el tráfico de basura, ganaron las elecciones y derogaron la ley de importación de residuos. Pero luego pasó lo de siempre: se olvidaron del programa electoral y de las promesas. La basura es, junto al crimen organizado, el tráfico de drogas y la prostitución, uno de los grandes pilares económicos del capitalismo albanés.

Albania tiene a Italia en la otra orilla y allá la mafia es quien dirige el negocio de la basura como materia prima de la nueva “revolución verde” y de las industrias ecológicas y limpias. Nunca ha habido nada más ecologista que la mafia, que tiene en Albania 60 empresas de reciclado, que ahora sólo puede funcionar a una tercera parte de su capacidad productiva por culpa de los prejuicios de los albaneses contra la basura.

Tras la muerte de Ardit en agosto, el basurero de Sharra se ha cerrado y el alcalde Tirana lo lamenta —incluso en público― porque era una fuente de empleo para miles de personas. Ahora el paro ha aumentado y en plena crisis capitalista el paro es algo que justifica cualquier cosa, incluso la proliferación de porquería por todas partes.

Hoy llaman empleo a cualquier cosa, incluso a trabajar en medio de la basura, a la corrupción, a los accidentes laborales, al trabajo negro, al trabajo insalubre, al trabajo infantil… Es la otra cara de los contratos y las adjudicaciones públicas, del dinero negro, de los sobornos, la malversación… En otras palabras: capitalismo en estado puro.

Sharra: una imagen de la nueva Albania capitalista

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