Hacia las diez de la mañana se sucedieron dos fuertes explosiones antes de que diera comienzo la manifestación frente de la estación central de trenes de Ankara.
La manifestación, a la que habían acudido esta mañana miles de personas, estaba convocada por el Colegio de Ingenieros, el Colegio de Médicos y los dos sindicatos progresistas DISK y KESK.
Tras la explosión algunos manifestantes atacaron un vehículo policial, que respondió disparando y lanzando gases lacrimógenos.
El Gobierno en funciones, encabezado por el partido islamista AKP, ha nombrado a cinco fiscales para investigar el ataque, aunque no lo ha necesitado para pronunciarse sobre sus causas. Erdogan ha dicho que el atentado “no se distingue en nada de los actos de terror contra ciudadanos inocentes, funcionarios, policías y soldados”, en referencia al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) que Turquía mantiene fuera de la legalidad.
A pesar de su apoyo al Califato Islámico en Siria, el hipócrita de Erdogan se ha pronunciado “en contra de todo tipo de terror y de organización terrorista”.
El partido de la izquierda prokurda HDP, por su parte, ha subrayado la similitud de este atentado con la bomba colocada en un mitin de este partido en Diyarbakir, dos días antes de las elecciones del 7 de junio, y con la masacre de Suruç el 20 de julio. En este atentado, un joven yihadista turco probablemente entrenado por el Califato Islámico, se inmoló en una asamblea de militantes de la izquierda prokurda, provocando la muerte de 34 personas.
Tras este atentado, el PKK rompió el alto el fuego que mantenía desde hacía más de dos años. Desde entonces han muertos cientos de personas, guerrilleros, civiles, militares y policías en atentados, ataques y enfrentamientos.
Tras el atentado de ayer, la dirección del Partido de Trabajadores de Kurdistán anunció ayer que respetará un alto el fuego unilateral hasta la fecha de las elecciones en Turquía, el próximo 1 de noviembre.