A partir de hoy la Unión Europea ha fijado un precio máximo de 60 dólares por cada barril de petróleo ruso. Es lo que tienen los países que defienden la economía de libre mercado: que sólo funciona cuando les interesa a ellos.
Rusia ya está vendiendo petróleo a unos 70 dólares, un 1 por cien menos que su precio de hace un año. Además, para sus clientes no europeos, negocia el crudo con unas rebajas que lo dejan entre 48 y 50 dólares el barril. Por eso, que la Comisión Europea haya puesto el tope en 60 dólares ha provocado el enfado de Zelensky. Esperaba mucho más.
Una vía de escape: Rusia puede negarse a vender productos refinados (gasolina, gasóleo, fuel) a los países europeos, cuyo embargo no se aplicará oficialmente hasta el 5 de febrero.
El caso es que, por fin, los compradores van a imponer a los vendedores los precios de mercado. Al menos lo van a intentar, con los resultados que cualquiera es capaz de imaginar.
Ahora bien, como el mercado del petróleo está cartelizado, los compradores quieren imponer su voluntad a unos vendedores que toman decisiones de manera coordinada. Ayer la OPEP acordó mantener la producción de petróleo. Pero queda a la expectativa y es muy probable que en cualquier momento reduzca la oferta.
Rusia vende el 12 por cien del mercado mundial de petróleo y si no acepta los topes a los precios, la reducción de la oferta será aún mayor.
Lo que no va a ocurrir es que el mercado mundial tenga dos precios, uno para el petróleo que exporta Rusia y otro para el de cualquier otra procedencia.
La Comisión Europea no se conforma con sancionar a Rusia y ha preparado medidas para sancionar a los países que, como Turquía, eluden el embargo, es decir, las compras indirectas.
Pero son las empresas privadas las que compran y venden petróleo. Después de años de embargos, se ha creado una flota clandestina de más de mil petroleros que transportan petróleo de Venezuela, Irán y Rusia. Más de la mitad de ellos son buques de gran tamaño, algunos de los cuales han sido vendidos desde el inicio de la guerra a pequeñas empresas navieras, que tratan de aprovecharse de las sanciones.
Para el año que viene la empresa polaca Orlen ha encargado a Rusia el suministro de 3 millones de toneladas de petróleo a través del oleoducto Druzhba.
En el puerto báltico de Ventspils, el comerciante de petróleo Trfigura mezcla petróleo ruso con noruego en una proporción de 49 a 51 y lo vende a las empresas europeas.
La Comisión Europea también ha impuesto un embargo a los envíos marítimos de petróleo, así como la prohibición de su transporte y aseguramiento para los países que no se adhieran al embargo.
Pero Rusia apenas transporta petróleo a Europa por mar. El volumen cayó a 770.000 barriles diarios en octubre, frente a los 1,6 millones de barriles diarios de enero.
Hungría tiene carta blanca para comprar petróleo ruso. Los envíos a Italia se han duplicado y a Bulgaria se han multiplicado por cuatro porque no les queda más remedio.
El petróleo ruso va a parar a India y China. En noviembre India compró cerca del 40 por cien de todas las exportaciones de crudo de los Urales por vía marítima, superando al resto del mundo.
Estados Unidos les ha dicho a los indios que les permite seguir comprando petróleo ruso sin límite de precio, siempre que no utilicen los servicios de las empresas europeas.
En el Mediterráneo, Turquía se ha convertido en el mayor comprador de petróleo de los Urales, con un 15 por cien de los envíos por mar. La Unión Europea recompra luego ese petróleo pagando un recargo a empresas de Turquía, India y Egipto.
El volumen de petróleo y productos derivados procedentes de Rusia que llega a Europa aumenta. Para el gasóleo, del 1 al 24 de noviembre, la Unión Europea y Reino Unido recibieron por vía marítima casi la mitad de sus importaciones de gasóleo procedentes de Rusia.
El nivel de dependencia del gasóleo ruso ha aumentado considerablemente desde octubre. La Unión Europea y Reino Unido han aumentado sus compras debido a las huelgas que impidieron a Francia el refinado.
A su vez, las huelgas estuvieron causadas por la subida de los precios, que a su vez fueron consecuencia directa del aumento de los precios de la energía.
Es la pescadilla que se muerde la cola.