El argumento versa sobre el Golpe de Estado de los coroneles en Grecia dos años antes, disfrazado tras un ambiguo país mediterráneo en el que asesinan a un diputado progresista. El juez de instrucción revelará la participación del ejército y de la policía. La película describe rápidamente a los diferentes actores de la conspiración: el gobierno militar, la policía, el partido de la oposición, con sus representantes y simpatizantes, y el pueblo en su conjunto.
La situación descrita por Costa Gavras es el resultado directo de la realidad: “Cualquier semejanza con hechos reales, muertos o vivos, no es casualidad. Es voluntario”. El cineasta griego destapa el oscuro funcionamiento de un régimen fascista de la OTAN que puso de rodillas a su país natal.
La forma de rodar es casi como la de un reportero. El carácter de Yves Montand se muestra en su vida cotidiana, entre los bastidores del poder, pero casi nunca de una manera solemne o glorificante. Este es el propósito de Costa Gavras, que busca, ni más ni menos, que mostrar la verdad tal como es, exponer la realidad de las situaciones.
El juez, encarnado por Jean-Louis Trintignant, ocupa un lugar importante en la historia, y desempeña el papel de alborotador, que mirará donde otros no quieren mirar. En resumen, Z es una inmersión en una sociedad corrupta dirigida por una pequeña oligarquía que subyuga al pueblo a través de presiones financieras y políticas.
El régimen político que Costa Gavras muestra es aterrador en su capacidad de gangrenar a todos los estratos de la sociedad y de actuar sobre ellos. No se trata de un puñado de altos funcionarios que defienden sus propios intereses. Es toda una red que se desarrolla verticalmente, hasta el punto de manipular a los propios ciudadanos, presionarlos, sin dudar en amenazar a los simples comerciantes para que actúen a favor de las autoridades con el fin de poder continuar su actividad.
El corte de la película, que deliberadamente no es lineal, permite tomar conciencia de la gigantesca maquinación, para comprender, poco a poco, cómo un pueblo puede ser sustraído de una doctrina por un pequeño grupo de individuos, y aunque el sesgo de Costa-Gavras es evidente, no hay ninguna forma de triunfalismo. Por el contrario, la situación es mucho más alarmante y negativa.
En Z la lucha es permanente, una lucha por la supervivencia y el mantenimiento de la libertad, con la voluntad de no dejar que prevalezca el ejército fascista, pero donde la victoria es sólo ilusoria o, en el mejor de los casos, temporal.
La historia que cuenta Costa Gavras no se detiene en un país o en un momento dado. Es una realidad aterradora que no está tan lejos de nuestro tiempo. ¿Se han enterado de lo que pasó ayer en Bolivia?, ¿les suena? Para la historia 50 años no son nada, ni en el cine ni en la realidad.