Dos de las herramientas más importantes del moderno capital monopolista son las patentes y la normalización. Los grandes monopolios y sus respectivos Estados tratan de dominar el mercado imponiendo sus cánones. El estándar de una empresa puntera se convierte en el estándar del mundo, o sea, de los mercados mundiales.
Las patentes y la normalización protegen el mercado de la llegada de nuevos competidores y, al mismo tiempo, difunden ciertas tecnologías en detrimento de otras. Son un elemento clave de la competencia monopolista y del acceso a los grandes mercados. El que no fabrica con arreglo al canon, queda relegado a un segmento pequeño del mercado. Es como si sus mercancías tuvieran algún defecto de fábrica. Por el contrario, la etiqueta de “normalidad” es señal de calidad, e incluso de excelencia.
Cada país tiene sus propias normas e incluso sus propias instituciones dedicadas a la normalización. En España existe AENOR, la Asociación Española de Normalización, que es privada. Además hay organismos europeos, como el ETSI (Instituto Europeo de Normas de Telecomunicaciones), e internacionales, como la ISO, la Organización Internacional de Normalización.
Imponer las reglas del juego o influir sobre ellas otorga una ventaja competitiva. Quien domina los mercados mundiales, impone su estándar y casi todas las empresas del mundo fabrican siguiendo esas normas. Mantener la norma es mantener el mercado. La norma es a un mercado o una tecnología lo que la gramática es a la lengua. La norma permite a las empresas de un mismo mercado operar siguiendo técnicas comunes y mutuamente intercambiables.
La norma no es sólo una herramienta de influencia comercial, sino también tecnológica y estratégica. En un contexto de guerra económica entre las grandes potencias, como la actual, la normalización es un medio fundamental para imponer tanto los intereses públicos de los Estados, como los privados de los monopolios.
Las grandes potencias se apoyan en sus empresas (y viceversa) para dictar las reglas de la competencia monopolista por medio de normas, ocupando el mayor número posible de puestos en los comités internacionales de normalización y recurriendo incluso a métodos mafiosos cuando no al chantaje y al fraude, sobre todo cuando una nueva tecnología comienza a abrirse camino en el mercado. Entonces no sólo compiten mercancías, ni tampoco tecnologías, sino normas.
Así, desde hace unos pocos años, todos los cargadores de móviles son iguales, a diferencia de las primeras etapas, cuando cada marca tenía el suyo propio. La normalización crea una cierta homogeneidad entre las mercancías para hacerlas intercambiables entre sí. A medida que las fuerzas productivas se internacionalizan, el canon pasa del ámbito local al continental y luego al mundial.
Por ejemplo, Alemania ha logrado imponer un canon único de enchufe para todos los coches eléctricos de la Unión Europea, desbancando a la tecnología francesa. Si Suiza no aceptara el canon europeo, los vehículos eléctricos no se podrían recargar allá.
Hasta la fecha todos los cánones de las nuevas tecnologías los ha impuesto Estados Unidos y sus empresas. Silicon Valley mantiene a los mercados mundiales cautivos de sus tecnologías y sus normas. Parece que no hay otras tecnologías ni normas, o que son las mejores. Las innovaciones se construyen sobre esa infraestructura porque (casi) todos en su móvil tienen Android y (casi) todos en su ordenador tienen Windows. Dos empresas privadas tienen una fuerza normativa de facto, aunque nadie las haya aprobado como tales.
China está haciendo un esfuerzo enorme para que esa situación no se reproduzca en los nuevos mercados. El apoyo del gobierno de Pekín a sus grandes conglomerados y a la investigación, va acompañada de una ofensiva normativa para dominar el sector de las nuevas tecnologías, según se describe explícitamente en el plan “China Standards 2035”.
Un ejemplo de esa estrategia es el empleo de la Nueva Ruta de la Seda para difundir las normas chinas en las nuevas tecnologías. En 2019 nada menos que cuarenta y nueve países firmaron un acuerdo de reconocimiento de los estándares chinos. De esa manera la infraestructura de transporte ferroviario que construye China convierte en incompatibles a todos trenes que no admitan su canon.
Estados Unidos se esfuerza por mantenerse a la cabeza de la guerra económica. Su mejor arma normativa son las grandes empresas tecnológicas, como Google, Apple, Microsoft o Amazon. Un buen ejemplo de normalización por los hechos consumados es el caso de Google con TenserFlow, el aprendizaje profundo, adoptado desde el principio por casi todo el mercado y convirtiéndose en la referencia sobre la que se desarrollará la inteligencia artificial en el futuro.
Una vez que los monopolios tecnológicos han establecido unas normas de facto, es decir, una vez que la tecnología estadounidense se ha extendido lo suficiente edn el mercado mundial, el ANSI (Instituto Nacional Estadounidense de Normalización) las registra como tales y las defiende en los organismos internacionales de normalización, movilizando considerables recursos, presiones y chantajes para que se aprueben oficialmente.