Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis: el hambre, la guerra, la peste y el… pico del petróleo

El origen de los mitos apocalípticos es la Biblia, donde todas las catástrofes imaginables tuvieron acogida, empezando por el Diluvio Universal y acabando por el temible Juicio Final. Las seudociencias no han hecho más que dar una apariencia consistente al mito, de tal manera que se puedan propagar en las universidades, los documentales de la televisión o las páginas web.

En 1798 el reverendo Malthus añadió su profecía sobre la población y los recursos que hoy los economistas siguen inculcando porque no hay nada mejor que el miedo a los cambios y al futuro, para acabar preconizando que no hay tal futuro, o que el futuro es peor que el presente, o que vamos a peor, que el mundo se acaba…

Son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis: el hambre, la guerra, la peste y, sobre todo, el Anticristo. Hoy se han convertido en una subida de las temperaturas, desaparición de los glaciares, deshielo de los polos norte y sur, subida de los niveles de las aguas marinas, acidificación de los océanos, contaminación, sequías, acontecimientos meteorológicos extremos (huracanes, tsunamis, tornados, riadas), extinciones de seres vivos (incluida la propia humanidad), agotamiento de los acuíferos, consumismo, extractivismo, veganismo, enfermedades y plagas, sostenibilidad, presión demográfica, agotamiento de los recursos, pico del petróleo, refugiados climáticos…

Lo que en Malthus era sólo una escasez de alimentos y, por lo tanto, la aparición del hambre, los economistas lo han transformado hoy en una escasez de todo, en una presión sobre los recursos en general porque la burguesía tiene una concepción parasitaria de la humanidad como “bocas para alimentar” y no como “fuerza de trabajo”.

En 1997 la revista británica The Economist revisó las predicciones ecologistas que se habían esbozado hasta entonces y todas ellas resultaron ser falsas. El semanario recordaba que en 1865 el economista William Stanley Jevons pronosticó una escasez de carbón en Inglaterra en su obra “La cuestión del carbón” (1). Más de un siglo después Thatcher cerró las minas pero el carbón aún no se había agotado.

El mito de la escasez del petróleo (“pico del petróleo”) aparece en Estados Unidos a principios del siglo XX y sus profetas lo mantienen hasta el día de hoy, cada vez más con más parches y retoques para que parezca algo siempre novedoso, posmoderno.

En 1968 el biólogo Paul Ehrlich publicó su obra “La bomba de la población”, que los medios se encargaron de difundir hasta el aburrimiento porque profetizaba una explosión incontrolable, con hambrunas para la década siguiente que nunca llegaron.

Poco después, en otro fraude publicitario de gran alcance, el Club de Roma lanzó la misma amenaza: presión demográfica y agotamiento de los recursos, para lo cual había que “limitar el crecimiento económico”. Los grandes monopolistas fueron los impulsores de la tonteoría del decrecimiento.

Era una justificación del imperialismo: los países subdesarrollados querían salir de la miseria y había que impedírselo en nombre de la humanidad. El progreso es sólo para unos pocos.

La ley del desarrollo desigual del capitalismo estanca a los países más fuertes y promueve a los más atrasados, como en el caso de las potencias emergentes. El gráfico del Fondo Monetario Internacional expresa bastante bien el significado del decrecimiento como un intento desesperado de las potencias tradicionales para mantener su primacía.

El imperialismo, escribió Lenin, no se modifica de la misma manera en todos sus protagonistas, “ya que es imposible el desarrollo igual de las distintas empresas, trusts, ramas industriales y países” (2). El capitalismo moderno presenta una tendencia a la descomposición que no excluye su contrario: un rápido crecimiento de ciertos sectores industriales y países enteros.

En la etapa actual, cuando el capitalismo se desarrolla, lo hace una manera “cada vez más desigual”, decía Lenin, y “esa desigualdad se manifiesta asimismo de un modo particular en la descomposición de los países más fuertes en capital (Inglaterra)” (3).

El New Deal Verde y las políticas ecologistas son el intento de invertir esa tendencia para preservar en la cúspide a las viejas y decrépitas potencias imperialistas, convirtiendo al Tercer Mundo en una reserva de la biosfera en la que puedan ir de safari o de turismo durante las vacaciones.

(1) https://www.economist.com/christmas-specials/1997/12/18/plenty-of-gloom
(2) Lenin, El imperialismo fase superior de capitalismo, Pekín, 1972, pg.154.
(3) Lenin, El imperialismo, pg.161.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo