El capitán Bolsonaro.com.br no dispara balas porque sus armas son virtuales (al menos de momento)

“Bolsonaro representa a la clase media, herida y abandonada por la izquierda”, dice Paulo Guedes, un economista que es el brazo derecho del candidato nazi brasileño, pero que estudió en Chicago (dicho sea de paso). “Bolsonaro es una creación de la clase media”, repite el uruguayo Raúl Zibechi en La Haine (*).

Así les luce el pelo a algunos: si la “izquierda alternativa” y “seudoprogre” está diciendo lo mismo que el fascismo y la famosa “Escuela de Chicago”, es que algo va rematadamente mal (en esa “izquierda”, naturalmente).

En fin, el auge del fascismo no puede extrañar a nadie porque había dejado de existir, y cuando “reaparece” ya nadie se acuerda de lo que fue, lo que es y lo que seguirá siendo en el futuro, lo llamen como lo llamen.

Parece increíble, pero es así: el esperpento Bolsonaro, como el de Vox, está delante de las narices y los sesudos analistas, incluidos los “alternativos”, no lo ven, o no lo quieren ver. Por lo menos ocultan datos fundamentales ampliamente conocidos, como que en Brasil ha habido un “golpe de Estado dulce” que ha destituido a Dilma Rouseff y ha llevado a Lula a la cárcel.

En 2016, durante la campaña para la destitución de Rouseff, en las pancartas de la reacción se podía leer una consigna que no necesita traducción: “Intervençao militar jà”. Una vez que eso ocurrió, ¿qué esperaban los “alternativos”?, ¿qué otra cosa que un capitán como Bolsonoro podían esperar? Desde luego que Lula y Rouseff se cayeron por su propio peso (por su propia falta de peso) y, en todo caso, quien les dio la patada en el culo no fue “la clase media” sino las fuerzas que verdaderamente detentan el poder en Brasil desde hace décadas que, por cierto, son las mismas que dieron el golpe de Estado en 1964, a saber, una oligarquía estrechamente ligada al imperialismo, por decirlo de la manera más sintética posible.

Esa es la fuente del verdadero poder político que con tanta facilidad ha podido desembarazarse en Brasil de los millones de votos del lulismo, “la izquierda” y el reformismo ramplón, a pesar de que el propio Bolsonaro se lo advirtió desde el principio: “vamos a acabar con el activismo en Brasil”, repitieron una y otra vez. Lo advirtieron porque “el capitán Bolsonaro” y sus matones sabían que esa tarea era muy sencilla.

¿En qué estaban pensado esos “activistas” cuando Bolsonaro dijo en televisión que los del Movimiento Sin Tierra eran terroristas?, ¿creyeron que era una broma?, ¿cómo reaccionaron?

Fuera de Brasil Bolsonaro es un absoluto desconocido, pero en el interior le conocen (o mejor dicho, deberían conocerle) desde hace 30 años, lo mismo que a su vicepresidente “in pectore”, otro militar, el general Hamilton Mourao: “Yo soy capitán, él es general, pero el futuro Presidente de Brasil seré yo”, vociferaba Bolsonaro.

Al nazi brasileño los “progres” le podrán reprochar muchas cosas, excepto la de no haber sido claro, porque siempre ha confesado su admiración por los golpistas de 1964, de los que se considera un continuador. A mayor abundancia: a diferencia de Argentina, Chile o Uruguay, en Brasil (como en España) nadie exigió nunca responsabilidades criminales a los matarifes golpistas que ensangrentaron el país durante 20 años, por lo que debemos volver a la catarata de preguntas que tenemos hacia “la izquierda”: ¿en qué han estado pensando todo este tiempo?

Mucho mejor un blog que un mitin

A diferencia de 1964, hoy hay que hablar de Bolsonaro.com.br más que del propio Bolsonaro porque las empresas de publicidad de Estados Unidos fabrican así, a medida, a los “nuevos” políticos de siglo XXI en sus cursillos de “liderazgo”. Cuando se necesita un buen candidato (fascista) no hay que empezar por las reuniones o el programa electoral sino por el blog, la página web, YouTube, Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp…

Algunos posmodernos tienen el desparpajo de llamar a esto “democracia directa”. El caso es que en el fascismo 2.0 ya no hay militantes sino seguidores. Por lo tanto, tampoco hay partidos políticos y los electores no votan un programa electoral sino una página web, y Bolsonaro tiene la suya, aunque los “progres” no lean esas cosas.

Bolsonaro.com.br es un fascismo 2.0 con todos los “adelantos” de las últimas tecnologías de la galaxia virtual, como los bots. Para ser un fenómeno en la política fascista tienes que pasar por ser un fenómeno digital, muy visible, “trending topic”. Contacto directo con tus seguidores y fans. Un cuarto de hora de chat en WhatsApp es más importante que un mitin y no hay que desplazarse a ningún sitio; basta con estar sentado en el sofá de casa con el móvil en la mano.

Claro que los aficionados a las redes sociales no saben que al otro lado del móvil lo que hay son expertos y empresas publicitarias capaces de enviar y reproducir millones de mensajes en Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, correo electrónico, SMS…

Bolsonaro ha seguido cursillos para chatear en las redes y, por cierto, su consejera de imagen, Olga Curado, es la misma que dirigió la promoción de Lula y Ruseff. Por si no lo sabían: en la política del siglo XXI la “imagen” es neutra; vale lo mismo para los fascistas que para “la izquierda”. Es así como se luce esa “izquierda”.

El Frente Parlamentario Evangélico

Pero, como es natural, el apoyo más importante de Bolsonaro está en el imperialismo, que en este caso actúa con la cobertura de las sectas protestantes, que no sólo predican los domingos por la mañana desde el púlpito sino que disponen de cadenas de televisión, como TV Record, propiedad del capitalista Edi Macedo Bezerra. Es el “Frente Parlamentario Evangélico” de las tres BBB (Biblia, buey y bala) que nutre de ideología reaccionaria a Bolsonaro, un protestante converso y un fugitivo en el santuario mismo de la Teología de la Liberación católica.

Volvemos así al punto de partida: la destitución de Rouseff en 2016 estuvo promovida formalmente por la abogada Janaina Paschoal, del PSL, el partido de Bolsonaro, y la bancada de diputados evangelistas, por cierto, corrompida hasta el tuétano por mil escándalos, aunque como todos los corruptos, son los que más ladran contra la corrupción.

Como en España pervive el fascismo, en Brasil lo que pervive de forma aún más patente, es el golpismo militar, del que nunca se depuró, ni siquiera bajo los gobiernos de Lula y Rouseff. Cuando quienes les destituyeron gritaban por la calle “Intervençao militar jà” y “Vamos a acabar con el activismo”, tenían muy claro tanto lo que no querían como lo que sí querían. Son los demás los que necesitan aclararase.

(*) https://www.lahaine.org/mundo.php/bolsonaro-es-una-creacion-de

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo