El despliegue estratégico de una gran potencia imperialista mide el radio de acción de sus intereses económicos. En el caso de Estados Unidos esos intereses están repartidos por casi todo el mundo y son hegemónicos, o sea, dominantes, por lo que es capaz de imponerlos, o al menos, de presionar, en la misma medida, es decir, en casi todo el mundo en distintos grados.
Como el comercio internacional de mercancías se traslada por vía marítima, el control naval de las rutas, el cruce de los estrechos y la vigilancia de los grandes espacios oceánicos es vital para Estados Unidos y es, además, único. Ningún otro país del mundo tiene la capacidad operativa de mantener desplegadas simultáneamente grandes unidades de combate en todas las aguas del planeta.
Desde 1945 Estados Unidos ha sido capaz de lograrlo. Para ello llegó a crear diez unidades navales en torno a grandes portaviones de ataque, llamados CVA en la jerga militar imperialista. Dada la enorme complejidad técnica de esas ciudades flotantes, sólo siete de ellas se han podido mantener operativas, mientras las demás se debían revisar en los puertos periódicamente.
Con el transcurso del tiempo, los periodos de mantenimiento se los portaviones se han alargado y el número de grandes unidades navales se ha ido reduciendo, hasta el punto de que hoy, por primera vez desde 1945, no hay ninguna operativa, precisamente cuando la escalada bélica en distintos escenarios es mayor que nunca.
La Marina de Guerra ya no puede hacer frente a sus necesidades. Los últimos planes establecían que, como mínimo, eran necesarios tres grandes grupos navales simultáneamente en funcionamiento, y no tienen ninguno. Desde hace tres semanas están todos en el dique seco.
El vacío marítimo es paralelo al vacío político en Washington, donde las peleas en las altas esferas han llevado a los imperialistas al colapso. Ahora mismo no podrían golpear aunque quisieran, si es que saben lo que quieren.
No es la primera vez que ocurre. Cuando en 2006 el gobierno de Bush reclamaba un ataque contra Irán, no se pudo llevar a cabo porque la Marina no pudo poner suficientes unidades navales en el Golfo Pérsico, donde se ha visto ridiculizada por el apresamiento de sus tropas por los guardacostas iraníes.
Una de las promesas electorales de Trump ha sido la reconstrucción del poder naval de Estados Unidos, para la que ha comprometido importantes inversiones que, de paso, crearán puestos de trabajo en los astilleros militares. Mientras tanto, deberá ganar tiempo, negociar y abandonar las aventuras exteriores en las que se ha visto involucrado y de las que ha salido muy malparado.