Un genocidio de la CIA (¿otro?) olvidado

Darío Herchhoren

Durante la Segunda Guerra Mundial, el imperio japonés, que era una gran potencia militar en su época, atacó a China y creó en Manchuria un estado títere con un emperador (Pu Yi) que se prestó a los manejos imperiales. Esa historia está magníficamente expuesta en la película “El último emperador”. Pero las ansias de los fascistas imperialistas japoneses no se detuvo en China, y ocuparon toda Corea, Birmania, Filipinas e Indonesia. Para todo ello utilizaron su poderosa fuerza aérea y una marina de guerra temible. Su ambición imperial no tenía límites y su mayor interés era atacar y ocupar Australia.

En esos tiempos, lo que hoy conocemos como Indonesia, era una colonia holandesa que se conocía como Batavia. El ejército japonés ocupó toda Batavia, y sometió a su población a todo tipo de crueldades, lo que generó en la población sometida y humillada un fuerte sentido patriótico y la formación de una guerrilla que consiguió finalmente la derrota japonesa y la expulsión de sus tropas con graves pérdidas en vidas y material.

Al frente de esa guerrilla, estaba el Partido Comunista de Indonesia, que estaba muy influido por las ideas nacionalistas. El Partido Comunista de Indonesia fue fundado en 1920, al calor de la muy cercana revolución bolchevique de 1917, y se produjo a raíz de una escisión del Partido Socialista Indonesio.

Durante muchos años, la autoridad colonial holandesa ilegalizó al Partido Comunista, y durante los tiempos de ocupación japonesa obviamente los comunistas fueron ilegales al igual que toda forma de organización política o sindical.

Con la derrota de Japón el imperio holandés ya decaído y ruinoso, solo pudo aceptar la situación de hecho, que era que el movimiento patriótico indonesio había tomado la dirección de Batavia, y se había fundado la nación indonesia con ese nombre.

Al frente del país estaba Ahmed Sukarno, uno de los fundadores del movimiento de países no alineados, junto con Nasser de Egipto; Nehru de la India, y U Nu de Birmania, y el Mariscal Tito de Yugoslavia.

Sukarno contó desde el principio con el apoyo de los comunistas, y del ejército indonesio que estaba formado por combatientes que se habían forjado en la guerra anticolonial y no había en dicho ejército militares de carrera.

La nación indonesia ejercía una política independiente, aunque mantenía buenas relaciones con los USA, y con la Unión Soviética y el bloque socialista, y muy especialmente con la República Popular China, surgida de la guerra civil china que culminó en 1949.

Indonesia es un gran productor de petróleo y gas, y produce arroz y pescado en gran cantidad que exporta a su vecinos. A todo esto, el Partido Comunista Indonesio había crecido enormemente y su influencia era muy importante en el ejército, donde los oficiales ya salidos de academias militares se formaban en China. Esta situación desde luego que no era del agrado de los USA y de la CIA, que conspiraban para derrocar a Sukarno y estaban creando un clima de sublevación dentro de las fuerzas armadas para acabar con Sukarno.

Es en este clima, que un grupo de oficiales jóvenes en la nocha del 30 de septiembre de 1965, dan muerte a seis generales que estaban tramando un golpe militar pro yanqui, y ante esas muertes, el General Suharto, y el brigadier de la fuerza aérea Haris Nasution llaman a “defender la revolución nacional”, acusan a los autores de las muertes de los seis generales de conspiradores y “contrarevolucionarios», y desatan una sangrienta represión contra los comunistas, que son acusados de querer entregar el país a China.

Emiten un decreto por el cual obligan a la población a denunciar a los comunistas y a sus simpatizantes, acaban con la vida de tres millones de personas en un verdadero genocidio. Familias enteras son asesinadas, sus bienes son saqueados o confiscados, los locales del Partido Comunista son destruidos, y obviamente dicho partido desaparece físicamente.

Se crean patrullas de escuadrones de la muerte y patrullas vecinales que se dedican a sembrar el terror entre la población y esas patrullas provocan gran cantidad de muertes. Ahmed Sukarno sigue siendo nominalmente el presidente de Indonesia hasta su muerte, pero en realidad es un prisionero dentro del palacio Merdeka, que es la sede de la presidencia indonesia.

A su muerte lo reemplaza el sangriento y criminal general Suharto, que estuvo al frente del país durante varias décadas, y amasó una fortuna de 35 mil millones de dólares. Siempre se supo que todo este movimiento estuvo orquestado por la CIA que en todo momento apoyó a los genocidas.

Como colofón decir que esta matanza es algo de lo que hay muy poca información, y que se ha tratado de ocultar, cuando no de negar. Decir también que el gobierno del criminal Suharto tuvo excelentes relaciones con el gobierno español de Felipe González, el cual viajó a Yakarta, y firmó con el “demócrata” de la cal viva un importante acuerdo comercial de venta de armas a Indonesia.

A la muerte de Sukarno, su mujer; la japonesa Dewi Sukarno, se convirtió en la amante nada menos que de Francisco Paesa, el estafador a sueldo del ministerio del interior español, y que uno de los hijos de Suharto compró la multinacional de la alimentación norteamericana Nestlé, que estuvo involucrada en la venta de leche en polvo contaminada en Egipto. Como se ve; es de aplicación el dicho de que dios los cría y ellos se juntan.

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