Durante muchos años Piovesana fue corresponsal de guerra en Afganistán de la agencia de noticias PeaceReporter, la sección periodística de la organización Emergency.
Tiene una amplia experiencia internacional. También ha sido corresponsal en Pakistán, Chechenia, Osetia del norte, Bosnia, Georgia, Sri Lanka, Birmania y Filipinas.
Algunos de sus reportajes han aparecido en l’Expresso, Il Corriere della Sera, La Stampa, Il Manifesto, Il Venerdi di Repubblica, Left y Oggi. Actualmente trabaja en la web “Il Fatto Quotidiano”.
La obra pone de manifiesto que la CIA sigue siendo el mayor traficante mundial de drogas. Si en el escándalo Irán-Contra se trataba de cocaína, en Afganistán está siendo la heroína. No hay un gramo de la droga, de los muchos que circulan por el mundo, que no pase antes por sus manos.
Como cualquier otra droga, la heroína cumple a la perfección numerosas funciones para el imperialismo:
– abarata los costes de mantenimiento de la maquinaria de guerra
– financia operaciones encubiertas, sustraídas al control de los parlamentos y de la prensa
– crea redes clientelares, mano de obra gratuita de colaboradores y espías
La cínica “prohibición” de las drogas, impulsada en los años veinte por Estados Unidos, al mismo tiempo que el alcohol, multiplica los efectos funcionales de las drogas con el dinero “negro” que nadie puede detectar, controlar ni fiscalizar.
Además, el dinero “negro” se tiene que lavar, una mordida de la que los bancos internacionales obtienen la mayor parte de sus beneficios y que les ha permitido salir -de momento- de la bancarrota de 2008.