Destruir a la humanidad para conservar la naturaleza

Las reservas naturales, parques protegidos o reservas de caza, son o han sido, los territorios ancestrales de pueblos indígenas y tribales. En la actualidad estos pueblos están siendo expulsados ilegalmente de esas tierras en nombre de la “conservación” de la naturaleza hasta el punto de que pueden destruir las vidas de dichos pueblos, según un informe de Survival International.

La referida organización denuncia la expulsión de millones de indígenas de las reservas naturales y expone el expolio que estos padecen en nombre de la “ecología” y la protección del medio silvestre. Las zonas de las que han sido expulsados los indígenas se llenan de turistas que pagan por practicar la caza mayor en safaris organizados. El estudio examina casos actuales como el de los “pigmeos” bakas en Camerún, los bosquimanos en Botsuana o las tribus que habitan en reservas para tigres en la India.

Las mayores organizaciones conservacionistas del mundo, como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), están implicadas en este expolio de tierras que son el hogar ancestral de pueblos indígenas, que dependen de ellas para sobrevivir. Sin embargo, en nombre de la “conservación” los pueblos indígenas y tribales están siendo expulsados ilegalmente de esas áreas, son acusados de furtivos cuando cazan para alimentarse y se enfrentan a arrestos y palizas, tortura y muerte a manos de patrullas policiales.

El informe revela que las mayores organizaciones conservacionistas del mundo están implicadas en su expulsión de las reservas naturales. “Miré a través de la puerta de nuestra casa y vi a gente uniformada con armas. De repente uno de ellos forzó la puerta y comenzó a gritar que teníamos que marcharnos inmediatamente porque el parque no es nuestra tierra. Al principio no entendía de qué estaba hablando porque todos mis antepasados han vivido en esas tierras. Eran tan violentos que me fui llevándome a mis hijos”, relata en el informe una madre y viuda batwa del Parque Nacional de Kahuzi-Biega, en la República Democrática del Congo.

comentarios

    1. Buen monárquico, estimado piedra; muy buen súbdito tú. ¡Cómo sabes arrimarte al árbol que da sombra, en busca de cobijo! Suponiendo, me imagino que en buena lógica, que su vástago sabrá agradecer tu militancia, aunque no más sea con algunas migajas de su regia mesa. (¡Cuando el pastel a repartir es grande, pues ya se sabe, hasta multitud de moscas pueden comer de él!) Los ciudadanos que se jodan, por imbéciles desagradecidos y anarquistas. ¿Acaso se habrán creído que es un estado como el nuestro es el reino donde leche y miel corren para alimento de desagradecidos? ¡Pues no! ¡Quienes quieran nadar contra corriente, serán arrasados, hasta hundirlos en el mar! Nuestra fuerza, amigo, será más grande cada vez a medida que los vayamos entrando en razón, como si es por el grosor del palo (no importa si garrote o leño para la hoguera, porque en occidente se razona así por milenios para que la gente entienda, indistintamente con misa los domingos y fiestas de guardar o las p.. TVs a diario, para ser felices acá como en el más allá cuya dirección no recuerdo bien si sur, sudoeste o sudeste a 95º (no ºC, sino a agradable temperatura continua), según el libro de las hojas muertas que las tablas de la ley del bosque se oyó. Pues eso, Chau, amigo y vamos a los salones de palacio para ver al ministro que nos aceptará como secretarios gracias al placentero buen hacer de nuestras señoras de su señor. ¡Qué influyentes! ¡Qué majas son! Con suerte hasta nos patrocina alguna.

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