Las esterilizaciones masivas en Estados Unidos inspiraron al III Reich

A Lewis Reynolds le diagnosticaron una epilepsia y a principios de los años cuarenta fue esterilizado de manera forzada. No se enteró hasta mucho después, al intentar tener hijos. “No tengo recuerdos”, dice Reynolds tajante. Sólo sabe –y porque se enteró mucho después- que pasó cuatro años de su vida en Lynchburg Training Center, una colonia para epilépticos y enfermos mentales en Virginia, Estados Unidos, donde se realizaban esterilizaciones forzadas. Y en algún punto de esos cuatro años, cuando tenía 13, a Reynolds le realizaron una.

Es una de las 11 víctimas de esterilizaciones forzadas implementadas en Virginia que quedan vivas. Pero como él hubo más de 7.000 sólo en ese Estado. El jueves pasado, tras años de lucha, recibieron una buena noticia: el Estado les indemnizará con 25.000 dólares. Más allá del dinero, lo que Reynolds considera su mayor victoria es “el 100 por ciento de reconocimiento de lo que me hicieron”.

Mucho después de su esterilización, al intentar infructuosamente que su mujer se embarazara, supo que había sido esterilizado. “En ese entonces estaba en la Marina y uno de los doctores me lo comentó”, recuerda Reynolds. Su hermano se lo confirmó y le contó la forma: había estado interno en Lynchburg tras ser diagnosticado como «epiléptico».

La eugenesia es una de las más claras intervenciones de los científicos en la política, en una política de la peor especie. En aquella época era habitual que los mendelistas y neodarwinistas realizaran incursiones en la denominada “genética humana” proponiendo diversas medidas racistas más o menos drásticas, entre el exterminio y la esterilización. Los científicos estadounidenses, tarados como como Charles Davenport y Sewall Wright, impulsaron la legislación eugenésica para impedir la degeneración de la raza o el declive de la civilización.

Tras la Primera Guerra Mundial, la eugenasia fue una práctica generalizada en cerca de 30 estados de Estados Unidos. En 1914 Harry Laughlin de la Oficina de Registro de Eugenesia publicó un modelo de Ley de Esterilización para autorizar este procedimiento forzado para los “socialmente inadecuados”. Es decir, los débiles mentales, locos, criminales, epilépticos, alcohólicos, enfermos, ciegos, sordos, deformes y dependientes –incluidos los huérfanos, vagabundos y mendigos, según la lista.

“Este horroroso programa nació en Estados Unidos y fue trasplantado en la Alemania nazi tras la Primera Guerra Mundial”, explica Edwin Black, escritor y columnista del New York Times, autor de «La guerra contra los débiles», investigación sobre la eugenesia en Estados Unidos.

Una de las leyes pioneras y más radicales basadas en este modelo fue implementada en Virginia, a partir de 1924. Amparadas bajo el “Acta de Esterilización Forzada de Virginia”, se realizaron entre 7.000 y 8.000 esterilizaciones forzadas en este estado. Lewis Reynolds fue una de ellas.

“No hay información ni cifras exactas. No se sabe cuántos hombres, cuántas mujeres y el estado de Virginia todavía se niega a entregarla amparado en la privacidad de los pacientes”, explica Mark Bold, abogado y presidente de Christian Law Institute, organización que representa a las víctimas.

Aparentemente en Suecia las esterilizaciones fueron voluntarias, aunque en algunos casos también las aplicaban a los enfermos mentales. Sin embargo, al menos en un 10 por ciento de los casos se han encontrado evidencias de que fueron forzosas. En 1996 los socialdemócratas se opusieron a una ley para indemnizar a las víctimas de eugenesia, que no se pudo aprobar hasta 1999.

El caso de Australia es parecido. Las legislación eugenésica, que se centró en los aborígenes, no se derogó hasta los setenta.

En la actualidad las esterilizaciones de las “razas inferiores” continúan vigentes en el Tercer Mundo, aunque camufladas como vacunas. El 6 de marzo de 2004 la revista nigeriana Weekly Trust publicó una entrevista con el doctor Haruna Kaita en la que denunciaba que las vacunas orales contra la polio que se estaban suministrando a los niños de aquel país contenían contaminantes tóxicos con efectos anticonceptivos.

También se han camuflado esterilizantes en las vacunas del tétanos en Filipinas. A pesar de que el tétanos afecta a dos tercios de los hombres y sólo a un tercio de las mujeres, la vacuna se administró sólo a las mujeres en edad de procrear. Ante las sospechas, un grupo de religiosas envió una muestra de las vacunas a un laboratorio y los análisis mostraron que contenían BetaHCG, un anticonceptivo que, a la larga, esteriliza. Los resultados fueron confirmados por otros análisis en varios centros médicos. Las mujeres que habían recibido las vacunas presentaron niveles altos de anticuerpos antiHCG (Gonadotrofina coriónica) que impiden el embarazo. Las que estaban embarazadas abortaron al día siguiente o en el transcurso de la primera semana, independientemente del número de meses de embarazo.

La asociación Human Life International denunció que la introducción de HCG en las vacunas también se había comprobado en México, Nicaragua e India. Esto supone una corrupción de la estructura sanitaria del Estado, de la OMS y otras instituciones internacionales que promueven la vacunaciones masivas e indiscriminadas. Prescindiendo de los efectos secundarios que comportan estos métodos anticonceptivos, en el futuro podrían esterilizar a millones de mujeres sin su conocimiento.

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