Los espías de la CIA se han enfadado mucho al enterarse de que están perdiendo la guerra de la propaganda. El canal internacional de noticias de 24 horas de Russia Today ha superado a la CNN en visionados en YouTube. El canal ruso llega a unos 100 países con una audiencia potencial de 644 millones de personas. En Reino Unido es la tercera cadena extranjera de mayor audiencia, con 2,5 millones de espectadores, solo después de la BBC Sky News.
A veces no se tiene en cuenta que la CIA no sólo quiere obtener información sino que quiere difundir información, y lo que es más importante: quiere ser la única fuente de información. Es un órgano de propaganda porque la propaganda forma parte de la guerra y la CIA es un instrumento de guerra. La central de espionaje nació en 1948 como una agencia de intoxicación y (des)información durante la guerra fría contra la URSS, y esa ha sido siempre su tarea primordial. En todo el mundo es la CIA la que crea opinión, así como el lenguaje, las palabras, las fotos e incluso los gestos que la acompañan. Cuando escuchas a un periodista o lees el artículo de un “experto” (normalmente un profesor universitario) sobre asuntos tales como la URSS antiguamente o el terrorismo hoy, no te quepa duda: habla la CIA.
Por eso la diferencia entre un periodista y un espía (o un policía) es cada vez menor. Los periodistas informan a los espías (o a los policías) y los espías (o los policías) informan a los periodistas. No hay más que encender la tele para observar que los espías, policías, guardias civiles e incluso la policía local no sólo se dedican a buscar información, que es su trabajo, sino a crear (des)información. Cada vez más. La policía española está al nivel de Belén Esteban, Paquirrín y Jesulín de Ubrique. Ellos saturan la pantalla de noticias; son la fuente de la que manan las noticias.
El enfado de la CIA les ha lanzado a la desesperada a tratar de desmontar el andamiaje propagandístico de los rusos fuera de Rusia, aunque no dicen nada del suyo. Esa parte se la callan. También se callan que el mundo está harto de 70 años de embustes y mentiras de sus sicarios (periodistas, profesores universitarios, tertulianos, columnistas), por lo que buscan otras fuentes de información, que es la base de una opinión libre.
Gracias a la CIA nos hemos enterado de que Russia Today tiene 2.500 periodistas en su nómina y que, además, sus emisiones han convertido a Putin en un tipo “muy popular”, con porcentajes que alcanzan ya al 87 por ciento de los espectadores, algo que contrasta poderosamente con el descrédito de la totalidad de los políticos en Estados Unidos y en toda la Unión Europea.
Desde 1948 nadie ha hecho más por la (des)información que la CIA: por la novela, la pintura, el teatro, la historia, la sociología, el cine… Ha creado periódicos, radios, agencias de corresponsales, editoriales, bibliotecas, universidades… una infatigable labor esparcida por todo el mundo que llega hasta la actualidad: desde hace 70 años seguimos respirando los malos humos de la CIA.
Para desestabilizar, crear descontento social y dar el golpe de Estado en Irán en 1953, una de sus primeras faenas, la CIA entregó sistemáticamente noticias y fotos a la prensa iraní, publicó cuatro libros de lujo sobre temas históricos, políticos o de ficción, con una tirada de diez mil ejemplares cada uno, fundó una revista mensual en farsí destinada a campesinos y personas de bajo nivel cultural, creó 20 bibliotecas móviles e inundó de libros las ya existentes, envió sistemáticamente revistas como Time, Life, Newsweek y Reader’s Digest a los consejos de redacción, a intelectuales, a escritores…
Tras la Operación Mockingbird la CIA puso a todos los medios de comunicación de Estados Unidos a su servicio. Los artífices de aquel Operativo fueron Allen Dulles (creador de la CIA), Richard Helms (periodista y director de la CIA), Philip Graham (editor del Washington Post, el del Watergate) y Frank Wisner, que fue quien puso en marcha el dispositivo. En 1951 se incorporó al programa Cord Meyer, quien llegó a convertirse en su coordinador principal.
A principios de 1950 ya trabajaban para Wisner periodistas en el New York Times, Newsweek y CBS. Entre los nombres de importantes periodistas fichados para la Operación Mockingbird y que, por consiguiente, recibían dinero por cumplir sus indicaciones, estaban periodistas muy conocidos de Estados Unidos, como Joseph Alsop, Steward Alsop (New York Herald Tribune), Ben Bradlee (Newsweek), James Reston (New York Times), Chales Douglas Jackson (Time Magazine), Walter Pincus (Washington Post) y William Baggs (Miami News).
En 1953 la operación ya permitía influir sobre 25 periódicos y agencias de todo el país, entre ellas Time Magazine, dirigida por Henry Luce. En su libro “Mockingbird: The Subversion of the Free Press By the CIA”, Alex Constantine escribió que en los años cincuenta “más de 3.000 personas contratadas por la CIA se vinculaban a este tipo de propaganda”.
Lo que la CIA lamenta de Russia Today es cierto, pero lo que oculta de sí misma también es cierto. Lo más interesante es que, después de 70 años de escuchar las mismas cosas, estamos saturados de sus embustes y nos gusta leer otras noticias diferentes… aunque también sean mentira.