20 kilómetros infernales impiden avanzar al ejército ucraniano

La contraofensiva ucraniana, que iba a marcar el inicio de la reconquista, no se abre paso después de dos meses, no da resultados y, por el contrario, corre el riesgo de convertirse en un colapso.

En las últimas semanas los países de la OTAN se han dado cuenta de que el ejército ucraniano se enfrenta a una tarea imposible. En los cuarteles generales se oye que al principio los rusos lo hacían mal, pero que luego aprendieron, perfeccionaron su armamento y estrategia y han sofocado en seco el contraataque.

El general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, ha tenido que explicar que los ucranianos no pueden avanzar pese al apoyo de miles de millones de los países de la OTAN. Después matiza: la contraofensiva será lenta y “muy sangrienta”, debido a las excelentes fortificaciones de los rusos, la coordinación que han podido establecer entre los diferentes cuerpos y el excelente mando de las tropas en combate.

Los rusos tienen superioridad aérea y mayor poderío militar. El antiguo general de brigada estadounidense Mark Kimmitt, un veterano de Irak, describió las líneas defensivas rusas como “20 kilómetros infernales”. El antiguo general británico Richard Barrons dice que los rusos han construido una defensa “clásica”, que han mejorado sus habilidades con los drones y en la colocación de arsenales y puntos de mando.

En Londres y Washington han subestimado a Moscú. Las “derrotas” infligidas a los rusos en Jarkov y Jerson eran en realidad retiradas estratégicas. Ahora Barrons asegura que no pueden vivir de esos dos “éxitos” y continuar usándolos como punto de referencia para futuras victorias.

La defensa rusa aguantó y sigue aguantando. En la reunión del “Grupo de contacto para la defensa de Ucrania” celebrada hace dos semanas, el general Milley explicó las razones por las que las tropas ucranianas no pueden abrirse paso. Milley hace todo lo posible para minimizar las prestaciones de los rusos, a quienes define como desalentados, mal entrenados y mal equipados.

Sin embargo, se rinde ante la evidencia y cuenta que en los últimos meses los rusos han montado un complejo defensivo extremadamente complejo, formado por trincheras, alambre de púas, dientes de dragón y campos de minas cuidadosamente trazados.

Las zonas seguras se extienden profundamente y sus muros defensivos son dos o incluso tres. Los rusos aprovecharon bien el tiempo y demostraron su capacidad para construir líneas defensivas sólidas y bien posicionadas. Una obra tan compleja no es fruto de la casualidad, sino que forma parte de una estrategia precisa de Moscú. Los ucranianos se ven obligados a proceder muy lentamente y a consumir una gran cantidad de hombres y materiales, estos últimos proporcionados por patrocinadores occidentales.

Los miles de millones gastados en Zelensky se esfuman, pero el general Milley es como esos vendedores que ocultan los defectos de las baratijas a sus clientes: “Es una pelea muy difícil […] En mi opinión, no podemos decir que sea un fracaso. Creo que todavía es demasiado pronto para hacer ese tipo de declaraciones. Creo que aún quedan muchas batallas por pelear”.

Los rusos han acabado con los planes de expansión de la OTAN, pero en los cuarteles de mando no arrojan la toalla; no quieren hablar de colapso. Los rusos tienen un alto nivel de guerra electrónica y sus bombas son muy efectivas. Las han equipado con un GPS para guiarlos y asegurarse de que infligen el máximo daño. Estas bombas deslizantes pueden reemplazar adecuadamente el trabajo de un bombardero, con la ventaja de no poner en peligro la integridad de la flota aérea.

El Instituto Royal United Services, un grupo de especialistas con sede en Londres, enumera las mejoras que ha logrado Moscú en términos de tácticas y la calidad de su armamento, así como su cantidad, sin ofender a los políticos europeos que han anunciado que Rusia se quedaría sin armamento y suministros en unas pocas semanas.

La moral rusa es alta, como lo demuestra la victoria de un tanque T-80 contra toda una columna de blindados ucranianos. Durante el ataque, el tanque ruso logró, casi sin ayuda, eliminar una formación que constaba de dos tanques Leopard y ocho vehículos blindados. Por habilidad y heroísmo demostrados, la tripulación fue nominada para una medalla.

La diferencia cualitativa en preparación y motivación entre rusos y ucranianos resulta precisamente de la forma en que se libró esta lucha. Las tripulaciones de los tanques rusos dijeron que habían tomado una posición conveniente para lanzar el ataque, pero que aún estaban abiertos a una posible respuesta enemiga. En cambio, los ucranianos no pudieron disparar un solo tiro, ya sea por inexperiencia o falta de tácticas adecuadas.

Las tropas rusas están bien entrenadas. En una operación repelieron en pocos días a dos brigadas de asalto ucranianas que intentaban entrar en Zaporiya. Sufrieron pérdidas importantes y ya no tienen fuerza suficiente para ir más allá. Kiev ya ha perdido 26.000 soldados desde el inicio de la contraofensiva.

El Instituto Royal United Services Institute advierte sobre una contradicción que está resultando fatal para la moral ucraniana. La impresionante cantidad de armas y equipos enviados por la OTAN no tiene el efecto anunciado. A pesar de los tanques alemanes, los aviones de combate polacos y los lanzamisiles estadounidenses, la contraofensiva no se ha abirto paso y muchos ucranianos han muerto en el frente.

Ahora el ejército de Kiev tiene que lidiar con el pesimismo de sus propios soldados y el cansancio de sus socios occidentales. Países como Reino Unido han realizado cursos de formación para las tropas ucranianas, pero los resultados son tan débiles que ponen en duda la utilidad real de los esfuerzos de Londres.

Todo lo que les queda a los ucranianos es intentar salidas constantemente lanzándose contra las líneas defensivas de los rusos, casi como en la Primera Guerra Mundial. El asesor de seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, alaba el coraje de las tropas ucranianas que corren hacia los 20 kilómetros infernales.

El comandante en jefe del ejército ucraniano les dice a sus amos occidentales que tiene que enviar a sus tropas a luchar en condiciones en las que los propios soldados de la OTAN no aceptarían operar. Las personas reclutadas precipitadamente por las movilizaciones forzosas no saben lo que les espera en el frente. Pero las bajas entre los soldados más experimentados también son muy elevadas. Entrevistados por los periodistas occidentales confiesan con resignación que nunca volverán a su casa.

Washington, Londres, Bruselas y Kiev no se lo esperaban en absoluto.

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