El primero fue la guerra civil en Estados Unidos por la cuestión de la abolición de la esclavitud, que tuvo consecuencias inesperadas en todo el mundo capitalista. Los Estados sudistas tenían casi monopolizada la producción del algodón, y abastecían a la industria algodonera de todo el mundo. Europa se vio pronto privada de esta materia prima y ocasionó un considerable encarecimiento en la industria textil. Ciertamente, los grandes capitalistas sufrieron menos que los restantes, pero los pequeños y medianos se apresuraron a cerrar sus empresas. Centenares de miles de obreros europeos se encontraron de este modo reducidos a la miseria.
Los gobiernos se limitaron a dar miserables limosnas. Los obreros ingleses organizaron el socorro. La iniciativa la tomó el consejo londinense de los sindicatos. Se constituyó un comité especial. Lo mismo ocurrió en Francia, donde este comité fue dirigido por los representantes del grupo que había organizado la elección de la delegación obrera a la exposición de Londres. Se establecieron relaciones entre ambos comités. De este modo, los obreros ingleses y franceses tuvieron una nueva prueba de los estrechos lazos de interés que existían entre los obreros de diferentes países. La guerra civil en Estados Unidos provocó de este modo una violenta revolución en la vida económica de Europa y golpeó por igual a los obreros ingleses, franceses, alemanes e incluso a los obreros rusos. Este es el motivo de que, en el prólogo al primer tomo de «El capital», Marx escribiera que la guerra de Secesión en el siglo XIX hizo sonar el clarín para la clase obrera, exactamente igual que la guerra de la Independencia de Estados Unidos había sido el clarín para la burguesía francesa de antes de la revolución.
Se produjo entonces otro acontecimiento que interesaba también a los obreros de los diferentes países: la servidumbre acababa de ser abolida en Rusia. Fue necesario realizar una serie de reformas en las restantes ramas de la administración y de la vida económica. Al mismo tiempo, el movimiento revolucionario se reforzaba y planteaba reivindicaciones más radicales. Las regiones fronterizas, comprendida Polonia, entraban en un período de agitación. El gobierno zarista aprovechó la ocasión para acabar de un solo golpe con la sedición exterior e interior. Provocó la insurrección de Polonia y, al mismo tiempo fomentó el patriotismo panruso y reprimió con saña la insurrección polaca.
En Europa occidental, donde el zarismo ruso era odiado por todos, la insurrección polaca provocó muchas simpatías. Diferentes gobiernos, entre otros los gobiernos francés e inglés, dejaron en entera libertad de acción a los defensores de los polacos insurrectos, intentando de este modo dar salida al descontento acumulado entre los obreros. En Francia se organizan una serie de asambleas, así como un comité en cuya dirección estaban Tolain y a Perrachon. En Inglaterra, Cremer y Odger, por los obreros, y el profesor Beesly, por los intelectuales radicales, tomaron la dirección del movimiento en favor de los polacos.
En abril de 1863 convocan en Londres un inmenso mitin presidido por el doctor Beesly y en el cual Cremer pronuncia un discurso en defensa de los polacos. La asamblea adopta una resolución en la cual decide que los obreros franceses e ingleses presionarán sobre sus respectivos gobiernos para conseguir su intervención en favor de Polonia. También deciden organizar un mitin internacional el 22 de julio de 1863 que tuvo lugar en Londres bajo la presidencia de Beesly. Odger y Bremer, en nombre de los obreros ingleses, y Tolain, en nombre de los franceses, tomaron la palabra. Todos demostraron la necesidad de restaurar la independencia de Polonia. Fue el único tema de sus discursos.
Pero al día siguiente se convocó una reunión organizada por el Consejo londinense de los sindicatos, esta vez sin la participación de burgueses. Odger defendió la necesidad de una unión más estrecha entre los obreros ingleses y los del continente. La cuestión estaba planteada en la práctica. Los obreros ingleses sufrían la competencia de los obreros franceses, belgas, y, en particular, de los alemanes. En esta época, la panadería, que ya se encontraba en manos de las grandes empresas, estaba servida prácticamente por obreros alemanes. Numerosos franceses trabajaban en la construcción, en la industria del mueble y en las industrias artísticas. Por este motivo, los sindicalistas ingleses intentaban influir sobre los obreros extranjeros que llegaban a Inglaterra. El modo más fácil de conseguirlo era a través de organizaciones que unieran a los obreros de las distintas nacionalidades.
Se decidió que los obreros ingleses enviarían un mensaje a los franceses. Pero pasaron casi tres meses antes de que este mensaje, escrito principalmente por Odger, se sometiera a la ratificación de los sindicalistas de Londres. La rebelión polaca había sido reprimida con inusitada ferocidad por el gobierno zarista, pero el mensaje casi no se refiere a ello:
«La fraternidad de los pueblos es extremadamente necesaria para los obreros. Dado que cada vez que intentamos mejorar nuestra situación por medio de la reducción de la jornada de trabajo o el aumento de salarios, los capitalistas nos amenazan con contratar a obreros franceses, belgas o alemanes que realizarán nuestro trabajo por un salario inferior. Por desgracia, esta amenaza a veces se lleva a cabo. Ciertamente, la falta no es de nuestros camaradas del continente, sino exclusivamente de la falta de unión regular entre los asalariados de los diferentes países. Sin embargo, es de esperar que pronto finalice esta situación, pues nuestros esfuerzos para conseguir situar a los obreros mal pagados al mismo nivel de los que reciben sueldos más elevados pronto impedirán a los empresarios que se sirvan de una parte de nosotros contra otra parte con el fin de rebajar nuestro nivel de vida, conforme a su espíritu mercantil».
El mensaje fue traducido al francés por el profesor Beesly y no fue enviado a París hasta noviembre de 1863. En París sirvió como base de agitación en los talleres. Pero la respuesta de los obreros franceses se demoró mucho tiempo. En aquel momento se preparaban en París elecciones legislativas que debían tener lugar en marzo de 1864. Con este motivo, un grupo de obreros, entre los que se encontraban Tolain y Perrachon, se habían planteado si debían los obreros presentar sus propios candidatos o limitarse a apoyar a los candidatos burgueses radicales. En otras palabras, si había que separarse de la oposición burguesa e intervenir con una plataforma especial, o ir a remolque de los partidos burgueses. Esta cuestión fue ampliamente discutida a finales de 1863 y comienzos de 1864.
Resolvieron intervenir separadamente y presentar la candidatura de Tolain, un proudhonista de derecha, obrero grabador que en 1871 fue diputado durante la II República y con la Comuna de París se pasó a la reacción y fue expulsado de la Internacional. Al mismo tiempo decidieron exponer los motivos de esta escisión con la burguesía a través de una plataforma especial que, dado el número de los firmantes, recibió el nombre de Manifiesto de los Sesenta.
En su crítica del régimen burgués, este Manifiesto está en la línea del proudhonismo pero, al mismo tiempo, se separa claramente de él en su programa político, preconizando la formación de una organización política independiente de los obreros, y solicita que se proponga la candidatura de los obreros al Parlamento con el fin de poder defender allí los intereses del proletariado.
Proudhon aprobó entusiásticamente este Manifiesto de los Sesenta, escribiendo sobre él un libro titulado «Capacidades políticas de la clase obrera», que se encuentra entre sus mejores obras. Trabajó en él los últimos meses de su vida, pero murió antes de que fuera publicado. Ahí Proudhon reconocía la necesidad para los obreros a disponer de una organización de clase independiente. Aprueba el nuevo programa de los obreros de París, en el cual ve la mejor prueba de la capacidad política de la clase obrera. Aunque mantiene su antigua opinión sobre las huelgas y sobre las asociaciones de ayuda mutua, su libro recuerda su primera obra sobre la propiedad, por su crítica de la sociedad burguesa. Se convirtió en uno de los libros preferidos de los obreros franceses, de modo que, cuando se habla de la influencia del proudhonismo en la época de la I Internacional, no hay que olvidar que se trataba del proudhonismo tal como se había presentado tras la publicación del Manifiesto de los Sesenta.