Carlo Giuliani |
El crimen fue concienzudamente preparado desde el gobierno italiano. A primera hora de la mañana, el vicepresidente del Gobierno, Gianfranco Fini, y otros dirigentes de su partido Alianza Nacional, de corte fascista, mantuvieron una reunión de varias horas en el cuartel de los carabineros. No importó que la manifestación estuviera autorizada y los “radicales” la hubieran pactado con el Ministerio del Interior, tal y como se hacía en aquellos eventos.
Era una encerrona. Los antidisturbios se colocaron estratégicamente en las zonas por donde estaba previsto que pasasen las manifestaciones y cerca de las plazas donde se realizarían concentraciones y asambleas.
Uno de los grupos de manifestantes eran los Desobedientes, que habían salido del Estadio Carlini y desfilaban por el recorrido autorizado, encontrando a su paso contenedores volteados y coches quemados. Algunos manifestantes llevan escudos de PVC transparente, con el cuerpo protegido con polietileno, esponja sintética y botellas de plástico.
Al final del recorrido acordado con el Ministerio de Interior, los carabineros, apoyados por cuatro vehículos blindados, cargan contra ellos. El ataque obliga a los manifestantes a retroceder unos metros, compactándose. Pero les resulta imposible huir porque 10.000 personas siguen tratando de avanzar, sin entender lo que está sucediendo.
Uno de los manifestantes lanza un extintor que estaba tirado en la calle contra la parte trasera de un blindado, contra el que rebota. Desde una de las ventanillas Mario Placanica, uno de los policías, saca la pistola. A cuatro metros de distancia de la ventanilla trasera del blindado, Carlo recoge el extintor y lo levanta a la altura de su cabeza.
Se oye el primer disparo. Carlo cae al suelo hacia adelante. Se escucha un segundo disparo y el blindado de la policía pasa dos veces sobre el cuerpo de Carlo. Una primera vez –de retroceso– sobre la pelvis y la segunda –yendo hacia adelante– sobre las piernas.
Los periodistas que se encontraban cerca del vehículo empiezan a tomar fotos de Carlo en el suelo, agonizando. Unos manifestantes intentan parar la hemorragia pero la policía lo impide disparando gases lacrimógenos. Varios testigos relatarán después que vieron a la policía pateando la cabeza de Carlo antes de que llegaran dos enfermeras.
Luego la policía italiana trató de encubrir los hechos colocando una piedra junto a su cabeza para dar a entender que fue ésta la que provocó el tremendo golpe que tenía en la frente.
Algunos de los carabineros que actuaron sobre el terreno habían participado en las actividades del imperialismo italiano en Somalia en los años noventa. Fue su campo de entrenamiento. Es el caso de John Truglio, teniente coronel y máxima autoridad en las calles de Génova. En África coincidió con Claudio Capello, capitán del pelotón que dirigió la represión contra los manifestantes.
A pesar del empleo de fuego real contra la propia población, hace dos años los jueces enterraron para siempre el crimen y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó el recurso presentado por la familia. En Europa la policía tiene patente de corso.
La muerte de Giuliani marca también el final de un movimiento seudo-radical contra la globalización que en aquella época llevaba a los jóvenes que pretendían luchar contra el imperialismo a ese tipo de encerronas, pactadas con el Ministerio del Interior e incluso con los propios imperialistas.