Que Zelensky no aparezca en uno de esos saraos internacionales en los que antes su presencia era el centro de atención mediática, es un signo de los tiempos que corren. Olaf Scholz ha pedido explicaciones a Brasil, el pais anfitrión. El canciller alemán ha hecho todo lo posible para persuadir al gobierno brasileño de que invite al dirigente ucraniano, cuyo país no es miembro del G20.
Ha sido en vano. Ni siquiera ha habido una videoconferencia, como hace dos años cuando Zelensky presentó uno de sus fantásticos “planes de paz”.
Otro signo de los tiempos: Rusia sí ha sido invitada, por lo que su aislamiento diplomático vuelve a fracasar. El Kremlin está representado por su ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, porque Putin ha rechazado la invitación por dos razones obvias. Primero, porque Rusia no acepta la postura de Brasil de inadmitir a Venezuela dentro de los Brics, y segundo, por la orden la captura emitida por el Tribunal Penal Internacional.
Ucrania instó a Brasil a tomar medidas en caso de que Putin viajara a Rio Janeiro y Lula no ha querido comprometerse, como hizo Mongolia.
Los padrinos se alejan y la postura de Trump no es nada favorable al gobierno de Kiev. Ucrania ya no es el centro de atención ni siquiera en Europa. Las futuras negociaciones deberían ir más allá de la guerra para abarcar cuestiones de seguridad europea y armas estratégicas.
Tampoco está claro que el interlocutor deba ser Zelensky y los rumores de un cambio político en Kiev son cada vez más frecuentes. En definitiva, su mandato ha caducado y ostenta la Presidencia de Ucrania de manera ilegal. Su relevo podría ser Valeri Zaluzhny, el antiguo jefe del ejército y actual embajador en Londres.
En el campo de batalla, la posición de Ucrania también es cada vez más difícil. El ejército ruso mantiene una táctica basada en los pequeños mordiscos: unidades móviles de ocho a diez motocicletas que evitan las posiciones enemigas en lugar de llevarlas al asalto. Este método, combinado con el uso intensivo de drones, produce resultados significativos en un frente de más de mil kilómetros. La captura de las ciudades de Kurajovo y Pokrovsk es inminente, lo que remata el control ruso sobre el Donbas.
Los signos de agotamiento del ejército ucraniano van en aumento. Las estadísticas oficiales de la Fiscalía General de Ucrania revelan un aumento alarmante de las deserciones: más de 15.500 casos entre enero y agosto de este año, frente a 3.300 en 2022.
Las unidades de élite, pilares de la resistencia, han sufrido pérdidas aplastantes. Los nuevos reclutas, cuya edad promedio es de 45 años, sólo luchan por mantener sus posiciones. Ni los bombardeos en profudidad ni los ataques con drones cambian el equilibrio de fuerzas. La situación se ve agravada por los métodos de reclutamiento forzoso en las calles, donde los comisarios comprueban la identidad de los hombres para enviarlos al frente sin una formación suficiente.