Desde luego, por lo que se ve, ni el Estado español, mucho menos el francés, están interesados en ningún proceso «democrático» al margen de la que hace perdurar su statu quo territorial. No tienen la menor necesidad de «moverse» y no hay comunidad internacional que les inste a ello que, a todo esto, no se va a mover por las piadosas razones de ciertos mediadores internacionales de supuesto prestigio tipo Brian Currin u otros, que, por cierto, no saben cómo se las gasta el Estado español y mejor harían en denunciar internacionalmente el inmovilismo de un Estado que ellos no llamarán «fascista», pero yo sí. Como fascista es quien hace suyo aquello de (España) «antes roja que rota» (pensando ahora en Cataluña), y eso es lo que vienen a decir los Rajoy, Sánchez, Susana Díaz, Albert Rivera y/o P. Iglesias ahora embozado.
Las «vías pacíficas y democráticas», que ojalá fueran viables, son útiles allá donde ambos contendientes buscan una paz justa y verdadera, incluso un armisticio, pero ocurre que el Estado español no busca ninguna paz sino pura y simple «pacificación a la romana»: por derrota y sumisión. A esto conduce el «unilateralismo», a la entrega incondicional de armas (en sentido literal) y bagajes con el agravante de que se persiste en vender esta mercancía averiada por la fuerza de los hechos como «éxitos y progresos» sin que haga falta, siquiera, que nos vayamos al bajonazo electoral habido por el abertzalismo en las últimas elecciones generales del 20-D.
A la burguesía no se la convence «por vías pacíficas y democráticas». Al contrario, lo que se ha conseguido con la celérica deriva reformista y agachando la cerviz es que se ponga gallita y bravucona pues, ciertamente, se lo están poniendo como las carambolas a Fernando VII, o sea, «a güevo».
Dos no se arreglan -ni se dan de tortas- si uno no quiere y ese es el caso del Estado español, un imperio venido a menos que acostumbra a llevar estas cuestiones de esta manera hasta que le echan a patadas de los foros, algo que no va a suceder -más bien lo contrario, se le apuntala- con estas políticas a lo Gandhi (este, por lo menos, hablaba de «resistencia pasiva» como no pagar impuestos a los ingleses) que yo llamo «panfilismo» o, según el diccionario, «benignidad extremada» que algunos, bienintencionados, confunden con «ingenuidad», pero que, a medida que pasa el tiempo, huele muchísimo a chamusquina y a espurios intereses inconfesables…
Have a nice day.