Un avión demasiado grande (F-35) para un país demasiado pequeño (Bélgica)

En 2018 el gobierno belga compró 34 cazas F-35 por un importe de 5.600 millones de euros. La decisión generó una considerable controversia porque excluyó al Rafale francés, cuestionando la política europea de compra de equipos fabricados en el viejo continente.

En París el rechazo de su avión se percibió como un revés político más que como una decisión técnica. El debate en torno al proceso de adquisición puso de relieve la subordinación europea a Estados Unidos y que el futuro de la base industrial de defensa europea no está claro.

La controversia se reavivó con un contundente artículo de opinión de Joren Vermeersch, asesor del ministro de Defensa Theo Francken, en el periódico De Standaard. El artículo estaba a la altura de pelea de patio de vecinos. Ellasesor insultaba a Francia, de la que dijo que era una “aldea gala rodeada de romanos furiosos”. También les acusó de sobreestimar su propia industria y subestimar la importancia de la cooperación transatlántica.

Por fin, Vermeersch concluía asegurando que rechazar el armamento estadounidense equivale a una marginación estratégica. Europa no se puede alejar de sus padrino de la otra orilla del Atlántico.

Hace pocos días llegó la primera aeronave, que estuvo marcada por problemas técnicos. De los cuatro F-35 previstos para mediados de octubre, uno tuvo que hacer una escala prolongada en las Azores debido a una avería. El fabricante, Lockheed Martin, envió rápidamente un equipo para resolver el problema.

Pero eso no fue todo. El F-35 no cabe en el cielo belga. Han tenido que dejarlo en tierra porque el espacio aéreo es demasiado limitado para permitir el uso operativo de este tipo de cazas.

Bélgica padece uno de los espacios aéreos más restringidos y congestionados de Europa, fuertemente limitado no sólo por la geografía sino también por los corredores aéreos civiles.

Las necesidades de entrenamiento del F-35 (maniobras intensivas, pruebas de sigilo y ejercicios basados ​​en sensores) superan con creces la capacidad del espacio aéreo nacional. Eso supone un riesgo para la formación de pilotos y limita la capacidad del país para aprovechar las prestaciones del avión que han comprado.

Ante estas limitaciones, el ministro de Defensa, Theo Francken, ha iniciado conversaciones con varios socios europeos de la OTAN para obtener un acceso más amplio a sus zonas de entrenamiento. Se están llevando a cabo negociaciones con Italia, Noruega y Países Bajos. Revelan la dependencia de Bélgica de terceros para la preparación operativa rutinaria.

El hecho es que los F-35 se encuentran aparcados en tierra. Bélgica ha invertido mucho dinero en uno de los aviones más caros del mercado, pero su despliegue depende ahora de que otros países le dejen un trozo de cielo para echarlo a volar.

Parece ridículo, pero no es un chiste sino un reflejo fiel de la ineptitud absoluta de los militares europeos y el despilfarro que supone gastarse un céntimo en sus juguetes. ¿No sabían los militares belgas que su país era demasiado pequeño para un avión tan grande?

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