A pesar de su pertenencia, cada vez más formal, a la OTAN, el ministro turco Fikri Işık no ha sido invitado, otro de los síntomas de que Turquía se ha movido del sitio que venía ocupando desde el principio de la Guerra Fría en 1945. Aunque el motivo de la ausencia no está claro, parece que no se trata de que el gobierno de Erdogan no quisiera ir, sino de que no les han invitado, de que la OTAN ha perdido la confianza en sus viejos aliados de Ankara.
Sin embargo, la diplomacia turca sí participó en la reunión de la semana pasada que preparó la estabilización futura de Mosul, una intervención de menor cuantía que no altera el hecho de que, desde el punto de vista militar, Turquía está fuera de juego en la Guerra de Siria y que, aparentemente al menos, no coordina sus operaciones militares con nadie. Se podría decir que hace la guerra por su cuenta, que es lo peor que se puede decir de alguien que está metido en una guerra.
Eso parece dar la razón a los que afirman que, por primera vez en la historia militar, ha estallado una guerra en la que no hay dos bandos sino posiblemente tres o cuatro, pero nadie es capaz de decir cuáles son esos bandos y quién lucha contra quién. Es extraño, pero no cabe descartar nada de eso porque estamos hablando de Oriente Medio, que desde hace 100 años los imperialistas han convertido en el reino de taifas por excelencia.
Hay muchos síntomas de la confusión propia de una guerra de “todos contra todos”. El sábado el Estado Mayor del ejército turco informó de que, por segunda vez en dos días, sus fuerzas aéreas habían realizado ataques contra 70 posiciones sostenidas por el conglomerado kurdo de siglas PKK-PYD que, a su vez, forma parte de las denominadas Fuerzas Democráticas de Siria, junto a algunas pequeñas milicias árabes, que Estados Unidos dirige, apoya y protege en el norte de Siria.
Al mismo tiempo que se producían esos bombardeos, el jefe del Pentágono, Ashton Carter, estaba de visita en Ankara tratando de arreglar un viejo matrimonio entre dos países en el que las recientes rencillas están causando estragos.
Al menos de puertas afuera, Carter dice que Turquía debería colaborar en la batalla de Mosul, en Irak, para desalojar al Califato Islámico. No se ha debido enterar de que quien se opone a ello es el actual gobierno de Irak, no el turco. ¿Se le abren las puertas de Irak a Turquía al mismo tiempo que se le cierran las de Siria?
Gracias al apoyo aéreo de la llamada “coalición internacional”, las Fuerzas Democráticas de Siria desalojaron a los salafistas de la ciudad de Manbi, al tiempo que Turquía inició la ocupación del norte de Siria para impedir que el PKK-PYD se consolidara en Rojava y uniera las zonas de Afrin, Kobane y Yazira bajo el mando de un único gobierno autónomo kurdo tutelado por Estados Unidos.
Lo mismo que en Siria, el ejército turco está presente también en el norte de Irak, en Bachika, una localidad al noroeste de Mosul, donde ha formado su propia milicia local, denominada “Gran Nínive”, integrada por unos 2.000 combatientes dirigidos por Atheel Nujaifi, el antiguo gobernador de Mosul, a quien el gobierno irakí acusa de haber facilitado que el Califato Islámico capturara la ciudad, hasta el punto de que ha ordenado su detención.
Las relaciones de Erdogan con el gobierno central de Irak no son buenas, lo que contrasta con su familiaridad con el gobierno autónomo de Barzani. Es otro indicio de lo que parece una guerra minifundista de “todos contra todos” en la que los kurdos de uno u otro bando, de uno u otro país, se mueven como pez fuera del agua.