Esta historia empieza así: Juan de Dios había sido un solipsista toda su vida. En el caso de que no se conozca el significado de la palabra
«solipsista», explicaremos que es una persona que cree que ella es la única cosa que realmente existe, que los demás, y en general el universo, sólo existen en su imaginación y que si dejara de imaginarlos dejarían de existir. Según esta teoría tan respetable, sólo existen el hombre y su conciencia. El resto existe únicamente en la conciencia del individuo. Lo que hay son
«sensaciones»,
«ideas». Pues bien, un buen día, Juan de Dios y Muy Señor Mío, su nombre completo, se convirtió en un solipsista activo, extremo. Al cabo de una semana, su mujer se había largado con otro, él había perdido su empleo y, para más inri, se había roto una pierna al perseguir un gato negro, ya es mala pata. Acostado en una cama del hospital, decidió acabar con esta situación. Mirando fijamente a las estrellas a través de la ventana quiso que dejaran de existir y,
voilà, desaparecieron. Quiso luego el muy cabrón -era consciente de serlo y no lo negaba- que los demás seres humanos cesaran de existir y al punto reinó en el hospital un silencio insólito e inhóspito aun para un hospital. Le tocó a continuación al mundo todo y se encontró flotando en el vacío. Luego se desprendió de su cuerpo, como serpiente que muda de piel, con toda facilidad. Después, se atrevió a dar el paso definitivo y deseó que él mismo dejara de existir. Pero nada sucedió.
«Es extraño, pensó, ¿será que existe un límite para el solipsismo?» Una voz dijo: «Sí». «¿Quién eres?», preguntó nuestro héroe. «Soy aquel que ha creado el Universo que acabas de hacer desaparecer. Y ahora que has ocupado mi puesto -se oyó un profundo suspiro- por fin puedo poner término a mi propia existencia, encontrar el olvido y dejarte que continúes mi obra». Juan de Dios, trémulo, acertó a balbucir: «Pero… ¿cómo puedo yo mismo dejar de existir? Eso es lo que estaba tratando de hacer… » «Sí, ya lo sé -dijo la voz-. Tienes que seguir el camino que he seguido yo mismo. Crea un universo. Espera a que alguien en ese universo crea realmente lo mismo que tú has creído y quiera que deje de existir. Entonces podrás retirarte y dejarle tu puesto. Ahora me despido». Y la voz se apagó.
Juan de Dios estaba solo en el vacío y solamente había una cosa que pudiera hacer. Creó el cielo y la tierra. Le llevó siete días. Luego, a una maciza en bolas le dio el capricho de dar a probar una simple manzana a un tontolaba que pasaba por allí luego de caerse de un guindo y que llevaba en un costado de su cuerpo un costurón de cágate lorito. Como tenía hambre, probó. En ese instante empezó el Eje del Mal que dura hasta hoy.
¡¡ Así se explica la Historia !! (Gracias Fredric Brown).