Hasta hace bien poco, Suiza ha sido el típico país que no interesaba a nadie porque no molestaba. Nadie sabe lo que pasa en medio de los Alpes y sólo sale en los medios cuando ocurre algún acontecimiento estrafalario.
Como pasa inadvertido, ha sido la caja fuerte donde los ricos esconden el dinero negro, además del blanco. Es el sitio perfecto porque es tan anodino que es neutral. La mayor parte de las organizaciones internacionales tienen su sede en Suiza. Las negociaciones mundiales más serias se llevan a cabo allí.
Pero la neutralidad tiene un problema muy serio en el mundo moderno: necesita que haya guerras, y ya no las hay, por desgracia. El derecho internacional es el derecho de la guerra (ius belli) y ya no queda nada de eso. Las guerras se han acabado, no se declaran, o no se llaman así (“operación militar especial”) y no se reconocen como tales.
Por ejemplo, en Siria no ha habido ninguna guerra y, en consecuencia, tampoco hay paz. Ahora los ejércitos cumplen misiones de paz y misiones humanitarias. Hay guerras, como la de Libia, a las que acuden las grandes potencias, no porque tengan ganas de pelea sino para proteger a los indefensos (R2P, Responsibility to Protect). Ha nacido el derecho humanitario y hay que tener mucho cuidado a la hora de disparar en una batalla porque puedes alcanzar a los inocentes.
Como no hay guerras, tampoco hay neutrales y Suiza ha quedado desdibujada. El embajador de Estados Unidos en Berna, Scott Miller, ha declarado: “Suiza atraviesa su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Se enfrenta a lo que significa la neutralidad. Lo entendemos y lo respetamos. Pero no es una construcción estática. Suiza no puede reclamar neutralidad y permitir que uno o ambos bandos utilicen sus leyes en su beneficio. Ocurre. El Consejo Federal ha prohibido a otros Estados transferir armas a Ucrania para protegerse a sí mismos y a sus infraestructuras críticas. Rusia, que viola todos los principios del derecho internacional, se beneficia de la prohibición de reexportación”.
A causa de las presiones, a Suiza no le dejan declararse neutral porque eso beneficia a Rusia. No le ha quedado otra que sumarse a las sanciones. Sin embargo, a las grandes potencias eso no les basta: quieren que suministre armas a Ucrania. Así se destapa que un país neutral, como Suiza, además de lavar el dinero negro, es un importante fabricante de armas.
El año pasado Suiza aumentó un 39 por cien la exportación de armas, siendo Qatar el principal comprador. Para proteger la Copa del Mundo de fútbol les vendiron sistemas de defensa antiaérea. Los productos militares de doble uso de naturaleza no letal, como cascos, chalecos antibalas y dispositivos de desminado, desempeñan un papel importante para la industria suiza de defensa.
Es una tentación. Si Suiza pudiera vender armas a Ucrania reforzaría su industria de guerra, pero entonces, ¿dónde quedaría su neutralidad, que está garantizada por la Constitución de manera permanente? En el Foro Económico Mundial el presidente Ignazio Cassis tuvo que hacer malabares: Suiza persigue una “neutralidad cooperativa”.
La Convención de 1907 relativa a las leyes y costumbres de la guerra (Convención de La Haya) estipula que los neutrales no pueden tomar parte en guerras ni enviar mercenarios, deben tratar a todas las partes por igual, no pueden formar parte de alianzas militares y deben mantener su territorio libre de tropas extranjeras.
A nadie ha salpicado más la Guerra de Ucrania que a Suiza. Desde hace un año el parlamento de Berna tramita una oleada de propuestas legislativas para que el país se moje por primera vez en su historia. No había ocurrido ni siquiera en las dos guerras mundiales del pasado siglo. ¿Es más trascendente la Guerra de Ucrania que la Primera y la Segunda Guerras Mundiales?
La marejada parlamentaria suiza es consecuecia de las presiones de todo tipo que desde fuera ejerce Estados Unidos, que ha amenazado con imponer sanciones a Suiza con el pretexto de que favorece a Rusia y oculta sus transacciones internacionales. Los más conspiranoicos aseguran a la caída del banco Credit Suisse ha sido sólo un primer aviso y que Estados Unidos podría atacar al sistema finaciero helvético aireando los trapos sucios.
No es sólo la Constitución del país. Fueron las grandes potencias europeas que derrotaron a Napoleón en Waterloo las que impusieron la neutralidad de Suiza. Son dos siglos de derecho internacional los que va a arruinar la Guerra de Ucrania.
Por lo demás, independientemente de lo que sea o quiera ser Suiza, hay algo que ya se ha quebrado: desde que aceptó las sanciones, Rusia ya no le considera un país neutral. Así que nadie debería llevarse las manos a la cabeza porque el jueguecito es el siguiente: a un país neutral no se le puede atacar militarmente, pero si Suiza ya no lo es…