El ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, ha llamado Lavrov para expresarle sus condolencias por el derribo del Su-24.
El gobierno turco ha informado de que los dos ministros se verán en los próximos días. Es la prueba, dice Lavrov, de que “Moscú no está evitando los contactos con Ankara”.
Las dos partes siguen manteniendo versiones contrapuestas. El gobierno ruso niega que su avión violase el espacio aéreo de Turquía y quien pide disculpas es el gobierno de Ankara. Según el ministro ruso, Cavusoglu se justificó asegurando que Turquía no sabía que se trataba de un caza ruso.
No obstante, Lavrov tiene “serias dudas” sobre esta versión y ha advertido de que “la grabación preparada del derribo sugiere lo contrario”. “Parece una provocación planificada”, ha dicho Lavrov en una comparecencia ante los medios, en la que ha reconocido que el incidente tendrá consecuencias para las relaciones con Turquía. Rusia ya ha recomendado evitar los viajes a territorio turco y evaluará todos los acuerdos en vigor.
Lavrov ha descartado una declaración de guerra: “No vamos a ir a la guerra contra Turquía”. Rebaja así el tono del presidente ruso, Vladimir Putin, que en las horas posteriores al derribo denunció una “puñalada por la espalda” perpetrada por los “cómplices de los terroristas”.
“Advertimos de que todos los objetivos que representen para nosotros una amenaza potencial serán destruidos”, ha dicho el general Serguei Rudskoi, portavoz del Estado Mayor del Ejército. El derribo del Su-24 ya ha supuesto, pues, una escalada bélica en toda la región. A partir de ahora los bombarderos rusos van a viajar escoltados por aviones de combate.
Además, Rusia va a desplegar sistemas antiaéreos S-400 en la base aérea de Hmeymim, a 30 kilómetros de la frontera, y el buque portamisiles “Moskva”, armado con el sistema de defensa antiaérea Fort, se ha situado en Latakia para proteger a los aviones rusos de otro ataque aéreo.
Bueno, ya lo intentarán otra vez con algo peor.