Las tonteorías sobre el decrecimiento, el consumismo y el despilfarro se han convertido en una plaga que tiene el objetivo de responsabilizar a la población más empobrecida de su propia condición. Cuando ya no queda nada, hay que hacer de la necesidad virtud y reciclar las sobras.
Los que tienen la tripa llena pregonan que debemos consumir menos pero mejor. Es la consigna de Pauline Grumel que en 2017 fundó Unisoap, la primera asociación francesa que recicla jabón usado.
Con sus colaboradores, Grumel recorre los hoteles para recoger los jabones usados. Según su página web, tres millones de franceses ya no pueden permitirse comprar productos de higiene, por no hablar de los estudiantes que dependen de la distribución gratuita de alimentos.
Unisoap es una asociación sin ánimo de lucro que cuenta con cinco trabajadores. Lleva los jabones recogidos por los trabajadores de 130 hoteles a un centro de Lyon para discapacitados (Esat-Myriade), donde los jabones se trituran y esterilizan antes de ser envasados de nuevo.
A continuación se distribuyen gratuitamente a organizaciones caritativas que los reparten entre los menesterosos. “Estamos muy solicitados y a veces hacemos operaciones especiales, por ejemplo para estudiantes”, afirma la fundadora de la asociación.
La caridad se ha instalado en los países que siempre presumieron de opulencia. 20.000 de los tres millones de franceses que no tienen dinero ni para comprar un jabón, reciben cada año uno reciclado.
Grumel se ha convertido en una estrella de los medios de comunicación franceses, que aplauden a rabiar su iniciativa. Le acabarán dando el Premio Nóbel de la Paz. De momento el Ayutamiento de Lyon la ha nombrado “embajadora del turismo sostenible”.
La segunda mano es el gran mercado del futuro, quizá el único para grandes sectores de trabajadores empobrecidos. Cada vez hay más mercancías recicladas porque los trabajadores ya no pueden comprarlas de estreno.
Nos parece bien, pero el jabón reciclado no vuelve a los mismos hoteles de los que salió, para que se limpien con él los que no duermen en la calle porque se pueden permitir el lujo de pagarse una habitación.