El ministro de la Guerra, Pedro Morenés, ha salido de viaje esta mañana para visitar a la Nueva División Azul que el gobierno del PP ha enviado a la frontera de Rusia. Desde finales de diciembre un contingente de más de un centenar de militares españoles forma parte de la misión de acoso de la OTAN contra Rusia en la base aérea de Amari, en Estonia.
La Nueva División Azul está formada por cuatro cazas Eurofighter y unos 115 efectivos, entre los que hay pilotos, personal de mantenimiento, un médico, un equipo de rescate, controladores aéreos y un equipo de protección.
Pero desde 1939 los colores han desteñido. Ahora la Nueva División Azul vende la moto de otra manera para seguir haciendo lo mismo que en 1939. Las directrices de la OTAN han impuesto al gabinete de imagen del Ministerio de la Guerra otra manera muy distinta de presentar oficialmente el ataque. Ya no se trata de combatir la expansión del comunismo sino de «vigilar el espacio aéreo ante la presencia constante de aeronaves militares rusas, que se ha incrementado notablemente a raíz del estallido del conflicto en el este de Ucrania».
Otra manera de contar la misma farsa en las notas de prensa es la siguiente: la misión española quiere dejar claro a los rusos que vuelan desde el norte de su territorio, en San Petersburgo, hacia Kaliningrado, al sur de Lituania, que los países bálticos son miembros de la alianza militar imperialista.
El radio de acción de esta misión aérea ocupa alrededor de 60.000 kilómetros cuadrados en el Mar Báltico y junto con España también están desplegadas tropas de Polonia e Italia, en una base de Lituania, y Bélgica, en otra base polaca.
Aunque esta misión se puso en marcha hace diez años y los países imperialistas se van rotando en turnos de cuatro meses, sus efectivos se han incrementado en el último año debido a la intensificación de la presión contra Rusia iniciada con el golpe de Estado en Ucrania. La rotación que le correspondía a España en esta misión no empezaba hasta 2016, pero la guerra ha obligado a que los imperialistas intensifiquen su presencia en la zona e incorporar una base más, la de Estonia, para albergar a otro contingente adicional.
El Ejército del Aire estonio ha reconocido que se han producido lo que califica como «incidentes» con aviones rusos que vuelan hacia Kaliningrado que en ningún caso son «actos hostiles» por parte de Rusia. Lo que no dice es que ni siquiera se podrían calificar como «incidentes» si Estonia no hubiese cometido la provocación de llevar la OTAN a las puertas mismas de una ciudad con una enorme densidad de tráfico aéreo, como San Petersburgo.