Los cables submarinos son más sagrados que la mano incorrupta de Santa Teresa. A finales del siglo XIX los daños a los primeros cables que se tendieron bajo las aguas se convirtieron en el primer delito internacional que todos los Estados del mundo estaban obligados a perseguir.
La importancia de los cables ha crecido con las nuevas tecnologías digitales, hasta el punto de convertirse en un elemento estratégico. Las modernas fuerzas productivas dependen de ellos.
De ahí que los imperialistas vigilen estrechamente los cables submarinos. El domingo el New York Times expresó hasta qué punto se preocupan por ellos y por la proximidad a las líneas de los buques y submarinos rusos (*).
“El nivel de actividad rusa junto a los tendidos es comparable al de los tiempos de la Guerra Fría”, dice el Pentágono. El contraalmirante Frederick J. Roegge, comandante de la Flota de submarinos del Pacífico, manifiesta su preocupación por un posible sabotaje.
“Resultaría inquietante enterarnos de que un país trafica con los cables de comunicaciones”, declara William Marks, portavoz de la Marina, sin entrar en unos detalles que considera secretos.
En 1971 la Marina de Guerra de Estados Unidos descubrió en el Mar de Ojotsk, al norte de Japón, la existencia de un cable utilizado en las comunicaciones de la Flota del Pacífico de la Marina soviética.
El descubrimiento permitió al submarino Halibut escuchar los mensajes internos de los soviéticos en una operación de espionaje rocambolesca que se llamó “Ivy Bell”. La hazaña fue tan sustanciosa que Estados Unidos construyó un submarino de la clase Seawolf, el “Jimmy Carter” (SSN-23), para dedicarlo a tareas de espionaje naval exclusivamente.
La pregunta “¿qué hacen los buques rusos al lado de los cables submarinos?” queda así respondida: hacen lo mismo que el submarino “Jimmy Carter”. Pero el Pentágono cree que hay algo más que interceptar mensajes y sospecha que los rusos preparan sabotajes en aguas profundas, a un nivel que haría imposible la reparación del tendido de cables.
De esa manera la marina rusa sería capaz de incomunicar no sólo a la marina y al ejército de Estados Unidos, sino al país en su conjunto en casos de tensión diplomática o crisis grave.
Los rusos buscan los nuevos cables submarinos que utiliza la marina de Estados Unidos. Al Pentágono le preocupa, sobre todo, un navío ruso, el Yantar, que ha sido registrado como si se tratara de un “buque oceanográfico” dedicado a la investigación científica.
La Marina estadounidense no se lo traga. Creen que el barco dispone de pequeños vehículos submarinos con capacidad para cortar los cables de comunicaciones. Pero los vigilantes rusos son vigilados desde el espacio por los satélites americanos y, según dicen, los movimientos les resultan sospechosos.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.