Se debería tratar, pues, de una pura observación científica, de mirar a la Luna. Sin embargo no es así: las autoridades religiosas no miran a la Luna sino a Riad, la capital de Arabia saudí y han empezado el ayuno cuando Riad lo ha dicho.
Los astrofísicos musulmanes han protestado. El domingo por la noche miraron por sus potentes telescopios y la Luna no había empezado su creciente; el ramadán debería haber comenzado el martes.
La famosa “globalización” ha llegado al islam: como en cada país la Luna no se ve en la misma fase, no hay que tomarse las palabras del profeta al pie de la letra; es preferible imponer en todos los países un calendario común, único, sin mirar a la Luna.
Pero el calendario no se ha discutido y quien lo ha impuesto ha sido la Casa Saud, que empieza a convertirse en una especie de Vaticano del islam sin que nadie se lo pida.
En muchos países musulmanes las televisiones se han felicitado por esta demostración de unidad al empezar el ramadán al unísono. Pero en los países africanos la Luna no empezó a crecer hasta el día después, por lo que la sacrosante unidad no se impuso sobre la base de las palabras del profeta sino de las palabras de la teocracia saudí.
Marruecos se ha saltado la unidad panislámica porque el Ministerio de Asuntos Islámicos no ha seguido el dictado de Riad y ha ordenado que el mes sagrado empiece un día después. Lo mismo ha ocurrido en Burkina Faso, donde el presidente de la Federación de Asociaciones Islámicas anunció el ramadán para la misma fecha.
Pero en Nigeria, Mali y Níger siguieron el criterio de Riad, a pesar de que todavía no veían crecer la Luna. Ni siquiera los musulmanes hacen ya caso a los textos sagrados…