Desde 2014 la exhibición rusa de capacidad militar (Crimea y Ucrania) ha traumatizado a los generales militares de Estados Unidos, que ahora cuentan una situación tan desastrosa de sus fuerzas que no se puede descartar la perspectiva de una grave derrota militar.
“Hay muy pocos jefes militares estadounidenses desde la Revolución (1771-1783) que hayan tenido que preocuparse por su inferioridad ante el enemigo, en número y en tecnología”, escribió el 7 de abril Sydney J. Freedberg, de “Breaking Defense”.
“Pero con las crecientes amenazas, los efectivos de Estados Unidos en declive y los drásticos recortes en los presupuestos de modernización -dijo el general McMaster al Senado- [el ejército] será superado en número y capacidad de fuego y deberemos detener como sea esta tendencia al hundimiento de nuestro ejército antes de que sea demasiado tarde”.
Refiriendo distintos ejemplos, McMaster fija el caso de los vehículos blindados Abrams y Bradley, previstos para seguir en servicio los próximos 50 ó 70 años y ahora mismo ya vulnerables a los nuevos sistemas anticarro (esencialmente rusos, ciertamente).
Desde la guerra de Corea en 1950, ningún soldado estadounidense ha muerto a causa de un ataque aéreo enemigo, según el axioma de la total superioridad aérea de Estados Unidos. Ahora los generales acaban de descubrir la capacidad antiaérea de defensa y de control del espacio aéreo, denominada Anti Access (Area Denial o A2/AD): “Hace ya muchos años que planteamos el principio de que éramos capaces de conseguir y mantener la superioridad aérea. La guerra en Ucrania ha puesto en cuestión este principio”.
No se trata de los habituales montajes de los generales para conseguir dotaciones presupuestarias. Esta vez, todos los índices van en el mismo sentido y muestran que, desde la crisis ucraniana, la anexión de Crimea y el apoyo ruso a los independentistas anti-Kiev en la misma Ucrania, con el “suplemento” de la campaña siria, los generales han tomado conciencia, por un lado, de la potencia militar rusa y, por el otro, de la disgregación de la capacidad militar de Estados Unidos.
En referencia a la capacidad rusa para localizar a las grandes unidades y sus cuarteles generales gracias a sus medios electrónicos, el general Milley ha hablado de la posibilidad de perder una guerra, sobre todo a partir del ejemplo del despliegue de grandes unidades en tiempo de guerra: “Si hay que desplegar una brigada o una división, la huella [electrónica] en el suelo del cuartel general de esta unidad es muy grande [y] si se emiten una gran cantidad de señales electrónicas procedentes de radios, de ordenadores y de toda esta categoría de útiles de los que disponemos […] Hemos visto en Ucrania que [los rusos] pueden identificar y situar la concentración de esta señal muy rápidamente, y enviar drones de reconocimiento localizar y hacerse con el objetivo, lanzar fuego de artillería masivo en contra, y estamos muertos. En las futuras guerras, las ‘pistas electrónicas’ importantes llevarán a pérdidas significativas, y potencialmente […] a la derrota en una batalla, en una campaña, y en la misma guerra”.
Aunque es un poco menos pesimista que McMaster, Milley añade más en función de las perspectivas de desarrollo, principalmente en efectivos, debidas a las restricciones impuestas por los recortes presupuestarios:
“Ni la apreciación de ‘alto riesgo’ que pesa sobre el ejército estadounidense toma en cuenta lo que podría suceder si la [ley de] recortes presupuestarios se aplica de nuevo el próximo año. Significaría que las fuerzas efectivas de combate disminuirían aún más de 450.000 a 420.000 hombres, lo que implicaría la posibilidad de un verdadero desastre en caso de tener que responder a una importante crisis mundial”.