Hay para quien el fascismo es la ultraderecha montaraz, lo que convierte a la «derechona» en «democrática» (léase: civilizada). Para otros el fascismo fue algo coyuntural y que ya pasó (como pasa un tornado, de manera natural) siendo, pues, lo permanente, la democracia burguesa, o sea, haz como yo y no te metas en «política». Otros asocian fascismo con represión masiva, a la pinochetista manera, que sería lo típico del fascismo y que siempre pasa «ahí fuera». No faltan tampoco quienes consideran, desde la izquierda fetén, que hay una combinación de métodos fascistas y de democracia burguesa, una suerte de neofascismo.
Recuerdo, Nicolás, que recién muerto (en la piltra, aunque de mala manera, dicho sea con consuelo, al menos)) el general Franco, el exquisito Antonio Gala escribió aquello tan original de «muerto el perro, se acabó la rabia», esto es, magia y volavérunt: prestidigitación. José Bergamín, rasgó el velo de Maya para decir que: «muerto el perro, se murió el perro, eso es todo». Grande Don Pepe Bergamín.
Lo de la rabia estaba o quedaba por ver. Antes del 11-S -la voladura controlada de las Torres Gemelas en Nueva York y una tercera Torre y el misil al Pentágono, que ya se olvida esto-, vivíamos en libertad, decía la propaganda occidental. Después, en nombre de la libertad, se exporta la misma -catapultando «libertad» arrasando todo- por esos andurriales de fuera y extramuros. En los años 80 -me niego a decir «del siglo pasado», como si habláramos del pleistoceno o del jurásico y fue ayer, como quien dice, disculpa Nico-, se hablaba de procesos de fascistización en Francia o Italia, pero no en el Estado español que tuvo una «transición modélica», inmaculada (también exportable), del «franquismo a la democracia»: puritito birlibirloque. Es decir, que allí donde, como Italia y Francia, el fascismo fue derribado (en la II Guerra Mundial) y se depuraron responsabilidades, se decía que llegaban tiempos de «involución», en Celtiberia Show, no, iba a ser que no, oiga: se avanzaba, al alba y con fuerte viento de levante, del fascismo crudo a la más pulcra y levítica y levitatoria democracia. Más magia, prestimanía y juego de manos.
El fascismo ya no es la cruz gamada (por cierto: el origen de la svástica no tiene que ver con los nazis; su origen es hindú, como el ajedrez o el parchís) ni las camisas negras ni el cara al sol. El fascismo es compatible con el Congreso, el Senado, las elecciones, los partidos políticos, los sindicatos, las manifestaciones y los «tertulistos». La democracia burguesa es cosa de la burguesía premonopolista. Y el fascismo lo es de la monopolista e imperialista actual. Y no hay vuelta atrás como no existe el túnel del tiempo salvo en Jolivú. Hoy Dreyffus hubiera sido condenado (y no absuelto) y Zola, el escritor naturalista francés, acusado de «colaboración con banda armada». Si Franco veía comunistas hasta en la sopa, la «democracia española» -felipatos, aznaratos, etc.- hace, ve y «construye» terroristas hasta el infinito imaginario. Buena suerte y un abrazo. «Indar Gorri».