Los Verdes: la economía siempre está por encima de todo

Desde el inicio de la Guerra de Ucrania y las sanciones contra Rusia, Alemania ha dado marcha atrás en sus compromisos ecologistas de los últimos diez años, en particular la retirada de la energía nuclear y del carbón.

Dentro del gobierno de coalición, los Verdes no han necesitado cambiar de chaqueta porque nunca fueron nada. En los noventa la Guerra de los Balcanes dejó al descubierto que no eran pacifistas. Hoy sólo son otra de esas organizaciones políticas pragmáticas; ni carne ni pescado. Pura maquinaria electoral. Dicen una cosa (en la oposición) y hacen otra (en el gobierno).

El gobierno alemán hace declaraciones alarmistas, preparando a la población para un invierno bajo tensión. “Estamos en una crisis de gas. El camino que va a tomar el país es difícil”, advirtió el gobierno el pasado mes de junio, dando a entender la posibilidad de escasez y racionamiento.

Para evitarlo, el gobierno no duda en proponer toda clase de medidas publicitarias, a cada cual más absurda, al estilo del español. Si uno se quita la corbata, el otro propone duchas frías. Pero más allá de los gestos demagógicos hacia la galería, Alemania necesita encontrar soluciones a largo plazo, aunque ello suponga olvidarse de los objetivos climáticos.

En 2011, el año de la catástrofe nuclear de Fukushima, la anterior canciller, Angela Merkel, impuso la retirada de la energía nuclear de su país, construyendo los últimos diez años sobre el objetivo de 2022. El compromiso ha sido barrido en los últimos meses por las declaraciones del nuevo canciller, Olaf Scholz. El miércoles se planteó la posibilidad de prolongar la vida útil de las tres últimas centrales en funcionamiento. Los Verdes, el partido del actual Ministro de Economía y Protección del Clima, Robert Habeck, están de acuerdo.

“Nos encontramos en una situación en la que Alemania nunca había estado. Y si el suministro de gas ruso sigue siendo tan bajo como ahora, nos dirigimos directamente a una escasez de gas”, dijo Habeck. La energía nuclear es un tabú en Alemania. Hubo un consenso político para salir de la energía nuclear y encontrar otras fuentes de energía. Por eso, cuando el gobierno anunció que iba a reabrir las centrales o ampliar las existentes, muchos se mostraron defraudados, especialmente con los Verdes.

Alemania ha luchado en Europa para que la energía nuclear no se incluya en la taxonomía verde. El hecho de defender una posición firme dentro de la Unión Europea y a nivel internacional, y luego adoptar una estrategia diferente dentro de su propio país desacredita su política.

Lo mismo ocurre con el carbón, del que el país pensaba prescindir en 2030, según el compromiso adquirido por los tres partidos de la coalición: los Verdes, los socialdemócratas (SPD) y los liberales. El pasado mes de marzo, un plan para reducir la dependencia del país de los combustibles fósiles rusos establecía que “en este contexto, el desmantelamiento de las centrales eléctricas de carbón podría suspenderse hasta nuevo aviso tras un análisis” del regulador del sector.

Tres meses más tarde, el gobierno declaró que recurriría a las llamadas plantas de carbón de reserva, que actualmente sólo se utilizan en último extremo, para garantizar el suministro energético del país. La cuestión del carbón fue crucial para los Verdes, que la pusieron como condición para unirse a la coalición. Por no hablar del anuncio, el pasado mes de marzo, de la construcción de dos terminales de gas licuado. Al mismo tiempo, Habeck visitó Qatar, uno de los tres mayores exportadores de gas licuado.

El destape no ha hecho mella en la popularidad del Ministro de Economía y Protección del Clima. Habeck insiste en el doble nombre de su cartera ministerial para que la gente no olvide que también es ministro de Economía. Está ocurriendo como en la pandemia: no hay ninguna oposición entre economía y salud; todo es economía.

Los Verdes, que sólo obtuvieron un 15 por cien en las últimas elecciones, tienen un poder real en el gobierno de coalición porque ocupan dos puestos estratégicos: el de vicecanciller, pero también el de Asuntos Exteriores.

El Canciller Scholz también intenta encontrar alternativas para evitar una crisis energética. A finales de mayo visitó Senegal, con el que Alemania mantiene conversaciones para participar en proyectos en torno a sus recursos de gas. El Presidente senegalés Macky Sall dijo estar dispuesto a trabajar para abastecer el mercado europeo de gas licuado. El problema es que, lo mismo que Francia, en África Alemania se tiene que ver las caras con los omnipresentes Rusia y China.

comentarios

  1. El globalismo no es el mal, intenta controlar el expolio sin fin del planeta (naturaleza, recursos, contaminación) que colleva el capitalismo. Controlándolo a nivel mundial sin que los países compitan entre sí por acelerarlo, es la manera de frenarlo y dirigirlo de modo que no destruya el planeta ni la civilización.

  2. Hola Tas:

    Es falso, no hay escasez de recursos ni de materias primas sino de plusvalía, que es lo que realmente preocupa a la oligarquía burguesa transatlántica convergente en Davos, la ONU, la socialdemocracia internacional y el movimiento nazi anti marxista (sea liberal, liberal seudomarxista o conservador), los EEUU y la UE, entre otras organizaciones de la explotación del proletariado mundial.

    Lo que hay es superabundancia y una huelga global de capitales, planificada táctica y estratégicamente para pasar la crisis al proletariado mundial. La oligarquía transatlántica está promoviendo la misma solución malthusiana, esencia del nazismo, que implementaron en la gran crisis de sobreproducción de los años 1920-30s.

    Ni crisis climática, ni escasez de recursos, el problema principal del proletariado mundial y sus aliados son la retroalimentación del malthusianismo y la crisis mundial de sobreproducción.

  3. El globalismo económico es el mayor mal que le podía caer a la humanidad (dentro de un sistema capitalista)

  4. Holaa todos:

    La cuestión dialéctica con la oligarquía malthusiana transatlántica que converge en Davos es que no solo está organizando la ofensiva malthusiana burguesa internacional contra el proletariado mundial para pasarle la crisis de sobreproducción al completo, con la asistencia de la socialdemocracia internacional sino que además intenta dirigir la reestructuración del aparato productivo mundial (nuevos precios de producción) y la profunda e intensiva revolución tecnologica (automatización digital) en el aparato productivo mundial.

    Por esto Tas puede tener una parte de razón, en el sentido, por ejemplo, de que cosas como los nuevos sistemas de identificación internacional de objetos y personas y/o sistemas masivos de vehiculos compartidos no parece que tengan alternativa fácil a medio y largo plazo en la lucha por la producción, entre otras afirmaciones hechas por la oligarquía transtlḉantica partidaria del estado mundial, y no de la revolución socialista internacional.

    Los de Davos están haciendo la crítica al toyotismo (en el sentido de insuficiente producción de plusvalia) pero están haciendo la crítica al toyotismo, lo que el reformismo intenta impedir hacer al proletariado desde hace décadas, quedando la conclusión de que para superarles hay que disputar a Davos ese terreno crítico y arrebatárselo.

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