Esta semana la prensa rusa ha publicado los datos de una encuesta de opinión que explora los principales temores de los rusos. ¿A qué le tienen miedo?
Para una población que se ha sacudido de encima recientemente un gulag terrorífico, las respuestas deberían conducir hacia el pasado: “tenemos miedo de que vuelva la represión política”, debería ser la respuesta correcta.
Pero no es así. Según la encuesta los mayores temores de los rusos son los siguientes:
— el crecimiento de la injusticia social, las desigualdades entre las personas: 68 por ciento
— la disminución de los ingresos: 63 por ciento;
— la pérdida de la atención médica gratuita o la mala calidad de la atención: 58 por ciento
— el aumento del precio de los bienes y la imposibilidad de comprarlos: 58 por ciento.
El temor a los “disturbios en el país causados por manifestaciones contra las autoridades” ocupa el siguiente lugar y con un retraso significativo respecto a los anteriores: el 39 por ciento. Este miedo ha sido fabricado por una gigantesca maquinaria propagandística que intenta presentar cualquier manifestación como el producto de intrigas externas. Incluso cuando los residentes de una aldea o pueblo remoto protestan contra el cierre de una escuela u hospital, la propaganda habla de agentes del Departamento de Estado. Sin embargo, ese 39 por ciento es todo lo que las autoridades pudieron lograr con la ayuda de la propaganda a gran escala.
Los demás temores son consecuencia del capitalismo, como el miedo a perder un trabajo, que temen un 35 por ciento de los encuestados.
La evocación de Stalin lo que suscita es esperanza. En las conversaciones corrientes, los rusos recurren a las referencias a Stalin como contraste con lo que ven ahora, especialmente para denunciar la corrupción.
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