Los ataques de la OTAN en profundidad alcanzan a las refinerías rusas

El tratamiento informativo de la Guerra de Ucrania ha experimentado un vuelco. Antes sólo los rusos hablaban de la necesidad de emprender negociaciones. Ahora ya no dicen nada de eso, mientras los medios de intoxicación occidentales no hablan de otra cosa.

Mientras tanto, en el campo de batalla los avances rusos se miden por kilómetros. De cara al exterior da la impresión de que no les interesa sentarse en una mesa negociadora. En realidad, lo que no les interesa son los términos en los que la OTAN plantea las conversaciones.

Eso significa que la OTAN tiene que presionar a Rusia para lograr su objetivo: meter a los ejércitos de Europa occidental en Ucrania como si fueran “cascos azules”, es decir, repetir el esquema fracasado de los Acuerdos de Minsk.

La manera de presionar es lo que hasta ahora han llamado “ataques en profundidad”, centrados en paralizar la plantas rusas de energía, tanto petroleras como nucleares. No pueden derrotar al ejército ruso en una guerra abierta, pero pueden “desgastar” su infraestuctura energética. Es creen, al menos.

Decenas de ciudades rusas han sido atacadas con drones, aunque la mayoría han sido derribados. Sin embargo, varias instalaciones se han visto afectadas, incluida una refinería enorme en Riazán, que procesa el 5 por cien del petróleo ruso.

La refinería de petróleo de Riazán produjo 2,2 millones de toneladas de gasolina, 3,4 millones de toneladas de diésel, 4,3 millones de toneladas de fueloil y 1 millón de toneladas de keroseno para aviones.

Otra refinería de Lukoil en Kstovo, región de Nizhny Novgorod, una de las más grandes de Rusia, por donde pasa el 6 por cien del petróleo ruso, también fue atacada por los drones ucranianos. Su capacidad de refino es de 17 millones de toneladas al año, lo que representa más del 6 por cien de la producción total de Rusia. Se encuentra a unos 800 kilómetros de Ucrania.

Algunas fuentes afirman que Ucrania también ha atacado un depósito de almacenamiento de combustible en la base aérea de Engels, lo que fue presentado por los ucranianos como una especie de “devastación total” que acabó con los aviones Tu-95 de la base, impidiéndoles llevar a cabo misiones de combate.

Ucrania también ha intensificado sus intentos de ataque contra las centrales nucleares rusas, incluso más allá de Kursk. Los sistemas de defensa aérea destruyeron un dron que intentó atacar una instalación nuclear en la región occidental de Smolensk, en la frontera con Bielorrusia, dijo el gobernador Vasily Anojin.

La central nuclear de Smolensk, la mayor del noroeste de Rusia, funcionaba con normalidad, informó la agencia de noticias RIA Novosti, citando al servicio de prensa de la planta.

Las fuentes ucranianas sugieren que los estragos causados por estos ataques son tan cuantiosos que las refinerías han tenido que cerrar permanentemente. No obstante, la mayoría de ellas se reparan y se vuelven a poner en funcionamiento en cuestión de días o semanas, o incluso menos.

Los ataques de saturación

Pero no se trata de eso, sino de los ataques de saturación. Su objetivo es agotar las defensas antiaéreas rusas para facilitar ataques mucho más masivos. Los bombardeos ucranianos son bastante efectivos y el ejército ruso tiene mucho trabajo para defenderse de las incursiones con drones casi diarias.

La respuesta rusa es la destrucción de las fábricas de drones. La aviación y los drones rusos atacan diariamente la infraestructura ucraniana. En los últimos días se ha producido una nueva serie de ataques mortíferos, sobre los cuales los medios de intoxicación ya ni siquiera informan por su naturaleza banal.

De momento los ataques han alcanzado un máximo. En dos noches, esta semana, han utilizado decenas, si no cientos, de drones. La escalada ha alcanzado tal nivel que Ucrania empieza a padecer una carestía de drones. A medida que la capacidad de producción de drones se esfuma, el gobierno de Zelenski no tiene más remedio que dedicarse a la fabricación en masa, descentralizada y a gran escala de drones en pequeños talleres de bricolaje subterráneos y camuflados.

El fundador de la empresa productora de misiles de guerra electrónica Aura, Alexei Polonchuk, ha propuesto que los niños monten drones en las escuelas, porque los misiles rusos pueden volar grandes instalaciones de producción, pero nunca van a disparar contra los niños por una cuestión de imagen. Los intoxicadores están al acecho en busca de este tipo de vídeos. Se trata de utilizarlos como escudos humanos.

“Necesitamos esconder los drones FPV recogidos durante las clases escolares en sótanos y garajes: de esta manera aseguraremos su producción en masa. Si se construye un gran taller, los misiles rusos volarán allí rápidamente”, explicó Polonchuk.

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