A primeros de diciembre la agencia oficial siria de noticias Sana ya había informado (*) de que entre las armas incautadas había proyectiles de gases tóxicos abandonados por los terroristas en el barrio de Masaken Hanano.
También han aparecido misiles “Grad”, fabricados por la empresa búlgara “Sopot” y comercializados por otra empresa, llamada “Arcus”, que tiene sus oficinas en Lyaskovetz, en Bulgaria.
El suministro de armas procedentes de países como Estados Unidos, Alemania y otros que no se mencionan, se dan por sabidas y ponen de manifiesto lo mismo de siempre: su apoyo cada vez más abierto y descarado al terrorismo, del que luego se lamentan para echar las culpas a los musulmanes, o a los árabes, o los extranjeros, o los refugiados. Pero en Alepo lo extranjero eran las armas, por lo que no resultaría extraño si en Siria se desatase una ola de xenofobia contra los europeos paralela a la que aquí se ha desatado contra los emigrantes, en general.
Pero en el elenco de apoyos del terrorismo yihadista, Bulgaria merece un capítulo especial por varias razones, alguna de las cuales ya hemos expuesto aquí, pero con novedades y matices diferentes.
El diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung acaba de publicar una entrevista con el presidente búlgaro saliente, Rosen Plevneliev, en el que éste se despacha a gusto contra Rusia con la letanía que se ha puesto de moda desde el disgusto del Brexit y la elección de Trump: la propaganda rusa amenaza con desestabilizar la Unión Europea y bla, bla, bla, bla, bla, bla.
Posiblemente Rusia también tenga la culpa de que las huestes de Plevneliev hayan perdido las últimas elecciones presidenciales porque últimamente a Putin le da por cambiar las papeletas en las urnas de todo el mundo.
Al búlgaro le ha replicado Maria Zajarova, la portavoz del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, con la sencillez y la contundencia que la caracteriza, llevando los asuntos al terreno del mundo real: los arsenales de armas búlgaras que han aparecido en Alepo como por arte de magia.
Por nuestra parte nosotros nos adentramos un poco más allá, a terrenos a los que Zajarova no quiere llegar (de momento) y sostenemos que, a cambio de instalar el escudo antimisiles y de oponerse al trazado del gasoducto ruso South Strem, la OTAN le ha dado un pequeño regalo a Bulgaria con el que habrá pillado un buen mordisco: el suministro de armas a los yihadistas, pagado con dinero saudí y qatarí.
Quid pro quo (lo uno a cambio de lo otro).