Kenneth Chamberlain era un anciano de 68 años, antiguo marine negro y veterano de guerra. Padecía del corazón y de trastorno bipolar. Vivía sólo en una localidad cercana a Nueva York y le habían colgado del cuello un botón para avisar al servicio médico de emergencias.
En la madrugada del 19 de noviembre de 2011 activó por accidente el dispositivo y a los pocos minutos se presentó la policía a la puerta de su casa para verificar la emergencia.
La primera pregunta retórica es, pues, evidente: ¿por qué acudió la policía y no los sanitarios? Es un síntoma del mundo en el que vivimos, en el que todo debe estar bajo el control de la policía, y muy especialmente los problemas de salud.
El anciano tuvo miedo de que le mataran. Dijo a la policía que no necesitaba ayuda y no les abrió la puerta por otro de los síntomas de nuestro tiempo: en Estados Unidos los negros tienen pavor a la policía por motivos más que obvios.
La policía derribó la puerta de la vivienda y, según dijeron, Chamberlain se abalanzó contra ellos con un cuchillo. ¿Qué otra cosa podían decir para justificarse? Le aplicaron una pistola eléctrica y luego le dispararon fuego real para que no hubiera una versión diferente a la suya.
Al año siguiente le dieron el carpetazo al crimen. No acusaron de nada a los policías que participaron en el asesinato. “La policía actuó de manera apropiada”, dijo la fiscal. Tampoco hubo acciones de tipo disciplinario. Los policias siguen en sus puestos y tienen un expediente intachable, a pesar de que uno de ellos lanzó insultos racistas contra el anciano.
En 2019 el asesinato inspiró al cineasta David Midell a escribir un guion y dirigir la película “The Killing of Kenneth Chamberlain” que narra de manera detallada los últimos minutos en la vida del anciano.
La película se estrenó el 17 de septiembre en plataformas digitales y en varias salas cinematográficas, con un éxito rotundo. Hasta la fecha ha ganado 10 premios, entre ellos los del jurado y de la audiencia, en los festivales de cine independiente donde se ha presentado, como el de Austin, Omaha y Oxford.
La película mantiene en suspense al espectador de principio a fin a lo largo de la escalada de violencia. Los diálogos y las interacciones entre el anciano y la policía reflejan claramente una manera de proceder, también típica de quien ha hecho de la muerte una profesión, aunada a los prejuicios clasistas y racistas.
Mención aparte merece la extraordinaria interpretación de Frankie Faison en el papel de Kenneth Chamberlain, sin duda la mejor de su carrera, que debería hacerle acreedor a un Óscar.
Por su trabajo en esta película, Midell ha sido nominado al Premio “Someone to Watch” de Independent Spirit Awards.