Las últimas pistas sobre el asesinato de Kennedy conducen hasta… Israel

Durante décadas los historiadores creyeron que los archivos sobre el asesinato de John F. Kennedy en 1963 estaban censurados porque escondían a los responsables del magnicidio. Cuando se abrieran, todo quedaría aclarado. Es el cebo que ha alimentado la gigantesca literatura producida sobre el crimen de Dallas.

Cuando el 18 de marzo Trump ordenó la apertura de los últimos archivos, 64.000 documentos, han aparecido pocas pistas que arrojen algo más de luz, lo cual es insólito en un país que tiene las mayores legiones de policías del mundo. Pero es otra ingenuidad: el papel de la policía no es sólo investigar, sino también lanzar cortinas de humo.

Uno de los aspectos más novedosos de la desclasificación de la masa documental es que la “hipótesis Piper”, o sea, la intervención del Mosad en el asesinato, se refuerza. La pista israelí la abrió en los años noventa Michael Collins Piper y en su momento fue calificada como “conspiranoica” (1) porque ponía en primer plano el programa nuclear israelí, llamado “proyecto Dimona”.

Al mismo tiempo, la participación de la CIA en el crimen se disuelve, a pesar de que el papel estelar de uno de sus dirigentes de la época, James Jesus Angleton (2), se realza. No obstante, Angleton no intervino respaldado por la central de inteligencia estadounidense, sino en su condición de agente doble del Mosad.

Los conspiranoicos como Piper tienen razón. La CIA siempre había ocultado los vínculos entre Angleton y los servicios de inteligencia israelíes, algo que ya no tiene sentido. Uno de los documentos menciona que Angleton gestionaba “varios servicios de inteligencia, muchos de ellos con [el Servicio de Inteligencia israelí]”. Las palabras entre corchetes habían sido censuradas hasta ahora.

El director del Mosad, Meir Amit, había calificado a Angleton como “el mayor sionista de todos”, pero la condición de Angleton como espía doble no se conoció hasta 2017, cuando Jefferson Morley publicó su biografía (3). Por eso en Estados Unidos cada vez más le califican de “traidor”, precisamente a un espía como él que durante le Guerra Fría fue un paranoico de las traiciones y los dobles juegos.

Pero el problema de quienes destapan algo es que ocultan el resto y Morley lo que ocultó en su obra fue la participación de Angleton en el asesinato.

Kennedy se oponía a que Israel se dotara de armas nucleares y había puesto a John McCone al frente de la CIA porque también se oponía al “proyecto Dimona”, mientras Angleton, al menos en este punto, se enfrentó a su jefe en Langley y siguió las instrucciones que le llegaron desde Tel Aviv.

La oposición de Kennedy al armamento nuclear israelí creó una crisis diplomática entre Estados Unidos e Israel que a duras penas se pudo mantener en secreto. Los israelíes se negaron a someterse a las garantías internacionales prescritas por la Agencia Internacional de Energía Atómica y McCone temía que el proyecto Dimona “desencadenara graves disturbios en Oriente Medio”.

Como había hecho antes con Eisenhower, McCone recomendó a Kennedy que impusiera sanciones económicas contra Israel. McCone, recordemos, había sido puesto al frente de la CIA por Kennedy, precisamente por su oposición al proyecto Dimona.

La “hipótesis Piper” conduce a decir que no tiene sentido incriminar a la CIA, en bloque, en el asesinato de Kennedy. El asunto es aún más turbio y lo importante sería identificar a los dirigentes de la central que, como Angleton, pudieron estar implicados, sin el conocimiento de su director.

A su muerte un artículo del Washington Post destacó los homenajes que le rindieron a Angleton en Israel. “Angleton es conocido por haber ayudado a Israel a obtener datos técnicos nucleares”, dijo el periódico. En realidad, el “traidor” encubría el robo y contrabando de materiales destinados al reactor nuclear de Dimona.

Angleton visitaba con frecuencia la sede del Mosad en Tel Aviv, donde era recibido por Efraim Halevy, el agente de enlace con la estación de la CIA en Tel Aviv. Hoy no es ningún secreto que Halevy acompañaba a Angleton en sus giras y registraba sus encuentros con los dirigentes israelíes.

Uno de aquellos viajes fue en junio de 1963, cuando dimitió David Ben Gurión, uno de los fundadores del Estado de Israel en 1948, a quien conocía desde hacía muchos años. Se reunieron en la vivienda privada de Ben Gurión en el Neguev. Ben Gurión dejó su cargo como Primer Ministro el día de la recepción de la última carta de Kennedy amenazando a Israel con sanciones en caso de negativa a una inspección de Dimona.

La hipótesis indica que Ben Gurión dimitió al no haber logrado que Kennedy cediera y decidió ocuparse de él de otra manera. Es probable que recurriera a los antiguos del Irgún y del Lehi, organizaciones terroristas especializadas en asesinatos políticos y operaciones bajo bandera falsa, en particular Menahem Begin e Isaak Shamir, quienes posteriormente se convertirían en Primeros Ministros.

El refuerzo de la hipótesis de Piper gana credibilidad al tener en cuenta que la pista de Jack Ruby, el asesino del “asesino”, así como la mafia conducen directamente al Irgún. Las raíces de Jack Ruby no estaban en Sicilia; su verdadero nombre era Jacob Rubinstein.

Otra pieza del rompecabezas que va encajando es la de Lyndon B.Johnson, el sucesor de Kennedy, reconocido como el presidente de Estados Unidos más favorable Israel desde los tiempos de Truman. Los historiadores que apuntaban a Johnson como el cerebro del asesinato, como Roger Stone (4), ya no pasan por alto la intervención de Israel.

(1) Fallecido en 2015, Piper escribió en 1993 un libro titulado “El juicio final: el eslabón perdido en la conspiración para el asesinato de JFK”, que fue calificado de negacionista y antisemita.
(2) Angleton fue director de contraespionaje de la CIA desde 1954 hasta 1975 y fue el que más empeño puso siempre en tapar a los autores del magnicidio porque él y sus jefes del Mosad estaban entre los asesinos.
(3) Antiguo periodista del Washington Post, en 2017 Morley escribió “El Fantasma: La vida secreta del maestro del espionaje de la CIA James Jesus Angleton”.
(4) En 2013 Stone escribió “El hombre que mató a Kennedy: el caso contra LBJ”, donde califica al vicepresidente de amoral, sicópata, borracho, vicioso, cruel y vengativo, entre otras cosas.

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