Schufa suministra datos a bancos, aseguradoras y empresas inmobiliarias sobre la solvencia de millones de ciudadanos alemanes y este anuncio ha levantado una ola de críticas.
A través del análisis de datos es posible reconstruir el perfil de opinión sobre una persona. Los investigadores, a través de cuentas propias en Facebook o Twitter, puede averiguar de forma oculta direcciones, modificación de direcciones de otros usuarios y terminar construyendo un perfil nutrido de las opiniones o afirmaciones que otros usuarios de la red social tienen de nosotros. Y de ahí deducir si somos dignos de recibir un crédito o un seguro, acceder a un empleo, alquilar un piso o contratar una línea de teléfono móvil.
No se trata exclusivamente de la información que los usuarios cuelgan en abierto en la red, sino también de la que cuelgan aquellos que aparecen como sus “amigos”.
Los investigadores pueden además entrar en foros en los que formulen preguntas de doble intención sobre el usuario cuya solvencia tratan de evaluar.
La información permanece en las redes sociales aún después de haber cerrado una cuenta, por lo que datos de adolescentes y jóvenes acaban formando parte de un archivo en poder del Estado, de bancos, de oficinas de empleo, inmobiliarias y agencias de detectives.
Esos archivos valen mucho dinero y hay un mercado en el que se compran y se venden, de unas empresas a otras.
La ministra de Justicia alemana, Sabine Leutheusser Schnarrenberger, ha pedido a Schufa explicaciones sobre este proyecto de investigación de tres años de duración, alegando que “esta agencia no puede convertirse en el Gran Hermano de los intereses económicos”.
Pero la ley está con Schufa y sólo hay un remedio: empezar a borrar las cuentas en las redes sociales desde este mismo momento. El uso de Facebook o Twiter no es gratuito; se paga revelando información sobre la vida privada.