Los europeos son el 6 por cien de la población mundial, consumen entre el 25 y el 30 por cien de la producción mundial y sólo producen el 5 por cien para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, son los paladines de la transición energética y la descarbonización, aunque nadie les ha contado que las políticas verdes dependen de la geología. Para 2040 la descarbonización exigiría extraer 30 veces más metales solo para equipar los vehículos eléctricos y sus baterías, que suponen la mitad de la demanda.
Alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 exigiría extraer enormes cantidades de materias primas que los europeos no tienen. Sólo el 2 por cien de los metales que se necesitan para la transición energética están disponibles en el continente europeo.
En 2023 una noticia les llenó de alegría a los europeos: en Laponia, Suecia, habían descubierto un yacimiento de tierras raras que -según dicen- contiene el 1 por cien de las reservas mundiales. Su extracción está prevista para dentro de 10 a 15 años.
Fue algo insólito porque desde los años noventa, Europa está a la cola del mundo en exploración minera, con sólo un 3 por cien, muy por detrás de otros países que dominan los sondeos, la extracción y el procesado de materias primas.
La Comisión Europea no tiene otra solución que relanzar la industria minera reexplotando minas antiguas, abriendo otras nuevas y ampliando o profundizando las ya existentes.
Otra posibilidad es la de reciclar, lo que ahora se llama “economía circular”. Pero -de momento- los europeos reciclan menos del 12 por cien, y el porcentaje ha disminuido en los últimos años.
La extracción de materias primas requiere mucha energía, que aproximadamente representa el 12 por cien de la que se consume a escala mundial y, por lo demás, procede de fuentes convencionales (“fósiles”).
También requiere grandes cantidades de agua y productos químicos a menudo tóxicos para recuperar los minerales. La extracción de metales es contaminante y produce generalmente más del 95 por cien de residuos (“roca estéril”). Se espera que cada vez haya más residuos porque el contenido de los yacimientos es cada vez más bajo, por razones obvias: los yacimientos con mayor contenido se explotan primero.
En una proyección lineal, la conclusión es obvia: las políticas europeas de descarbonización aumentarían las emisiones atmosféricas de CO2, además de la contaminación.
Es más, a conecuencia del bloqueo económico que los imperialistas están imponiendo, las prospecciones de metales no ferrosos han disminuido recientemente en el mundo en un pequeño porcentaje. Según un informe de la ONU del ao pasado, hay un déficit de 225.000 millones de dólares en inversiones en proyectos críticos de extracción de minerales.
La madera fue el combustible exclusivo de la metalurgia durante siglos. Fue sustituida por el carbón en el siglo XIX para preservar los bosques. El carbón fue luego sustituido por el petróleo y el gas, que son menos contaminantes. Pero a fecha de hoy no es posible decir que haya ninguna energía alternativa a las anteriores (llamadas “fosiles”), ni desde el punto de vista ecológico, ni desde el punto de vista económico.
Como tantas veces hemos afirmado aquí, lo que la experiencia histórica demuestra es que las nuevas fuentes de energía no sustituyen sino que complementan a las anteriores.