El proyecto tenía un carácter estratégico para Areva, que se encuentra sometida a una seria crisis económica.
El proyecto se ha paralizado como consecuencia de las multitudinarias manifestaciones celebradas del 6 al 8 de agosto bajo la consigna “No a los residuos nucleares, defendamos nuestros hogares”.
“En Lianyungang ya tenemos una zona de industrias químicas y la contaminación es un problema inquietante. Los residuos nucleares son aún peores que la contaminación química ordinaria”, ha declarado un comerciante local al Financial Times. “Todos sabemos lo que ha ocurrido en Fukushima, en Japón, tras el accidente nuclear. Estados realmente inquietos”.
Ante las protestas el ayuntamiento ha anunciado que iba a suspender temporalmente su participación en el proceso de selección de un lugar para el futuro almacén nuclear.
Pero los habitantes, que temen una catástrofe ecológica, dudan que su ciudad sea elegida a pesar de todo, para instalar la fábrica, que tiene capacidad para almacenar 800 toneladas de residuos nucleares.
En las proximidades ya está en construcción una gigantesca central nuclear de gran capacidad, propiedad del monopolio China National Nuclear Corporation (CNNC).
Para el monopolio francés Areva, el proyecto es vital, ya que recientemente se ha fraccionado en tres unidades y que pronto pasará a llamarse New Co y forma parte del ciclo del reciclado de combustible.
Aunque Areva tiene una cartera de pedidos saneada, en sus cuentas hay 7.000 millones de deudas y los proyectos EPR a Flamanville y Finlandia están pesando sobre la cuenta de resultados.
La última frustración ha sido la decisión del gobierno británico de replantearse la construcción del proyecto EPR en otoño.
Para el monopolio francés, China era una tabla de salvación. Con 34 reactores nucleares en funcionamiento y otros 20 en construcción, el país asiático es el primer mercado mundial de la energía nuclear.