Este giro vuelve a bascular la correlación de fuerzas, que había cambiado tras la salida de la URSS de Afganistán y la posterior caída del bloque de países socialistas. Sólo ese vacío y la política claudicante de Gorbachov y Yeltsin había permitido las aventuras de Estados Unidos en la región, especialmente en Irak.
Estados Unidos recula en Oriente Medio y arrastra a sus aliados, en primer lugar a Israel, que deberán resignarse y acomodar sus lineamientos a una Siria con Bashar Al-Assad a la cabeza. La anterior visita de Netanyahu a Washington para volver al Congreso contra la Casa Blanca ha sido un fracaso total y su viaje a Moscú así lo constata. No es por placer; a Netanhayu no le queda otro remedio.
Después de Israel llegará en turno de los saudíes y turcos. Lo más sorprendente no es tanto la debilildad de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio sino el hecho de que después del brutal ataque a Afganistán y luego a Irak, más las sucesivas Primaveras, el imperialismo muestre tamaña incapacidad operativa, hasta el punto de que a Rusia le ha bastado bien poco, enseñar el aguijón, para que las cosas vuelvan a su cauce, al menos en el terreno diplomático. En el militar quizá haya que esperar algo más.
Eso es lo verdaderamente significativo. Estados Unidos no ha conseguido nada con todo; por el contrario, Rusia lo ha conseguido todo con nada. Su presencia creciente en Siria no se está llevando a cabo a costa del desplazamiento de otros, especialmente del Pentágono, sino que está llenando un vacío. Por eso ni siquiera está levantando la polvareda que cabría esperar en otras circunstancias.
Ahora en Oriente Medio todo pasa por los peores enemigos de Estados Unidos, empezando por Irán. Hasta Margallo, el ministro español de Asuntos Exteriores, ha tenido que reconocer que hay que negociar con el gobierno de Damasco, cuyo derrocamiento ya nadie pretende lograr. Entonces todo conduce a la táctica rusa del aguijón: el enemigo es el yihadismo, o lo que es lo mismo, el brazo largo de los imperialistas en el mundo árabe.
Netanyahu no ha ido a Moscú a coordinar los vuelos de sus aviones con los rusos, como dice la prensa europea, sino a cambiar el destino de sus disparos que ya no podrán dirigirse contra el gobierno de Damasco.
¿Para qué han servido las sanciones a Rusia? Para nada. ¿Qué queda de los intentos de aislar a Putin? Los aislantes se han quedado aislados. El Kremlin lo ha tenido tan fácil que le ha bastado un poco de paciencia, no caer en las provocaciones y esperar a que los hechos consumados jueguen su papel. Como dijo Bismark, “Rusia nunca es tan fuerte ni tan débil como parece”.