El endeudamiento de los hogares marroquíes se ha casi duplicado en proporción al PIB desde 2010, y ha tenido un acelerón desde el anuncio de la celebración del Mundial de Fútbol 2030. Las calles se han limpiado de mendigos, a muchos se los ha hecho desaparecer, y el objetivo es presentar al país como un lugar moderno y avanzado.
Progreso basado en deudas
Según los datos publicados por el Fondo Monetario Internacional, en el año 2010 la deuda de los hogares marroquíes representaba el 10 por ciento del Producto Interior Bruto nacional. Esto se debía a la existencia de una población escasamente bancarizada y dedicada a la economía de subsistencia. En aquel año, solamente el 44 por ciento de la población operaba a través del sistema bancario. Hoy esa cifra alcanza el 74 por ciento y la proporción de deuda/PIB alcanza el 33 pòr ciento.
Las principales calles del país han visto en los últimos años el despliegue de una renovación integral de su parque automotor y vehículos de alta gama que se pagan casi al doble que en los concesionarios europeos, y que se adquieren fácilmente mediante créditos al consumo.
Las políticas de los diferentes gobiernos marroquíes («partidos de palacio», por su conexión con la Casa Real) ha sido la de crear una clase media consumidora como reflejo del éxito económico, que se ha traducido en nuevos desarrollos inmobiliarios, un incremento del gasto público en infraestructuras para el mundial de fútbol y una apariencia de bonanza.
Pobreza debajo de la alfombra
Ahora bien, aunque la burguesía marroquí pretenda enterrar la pobreza debajo de la alfombra, el país sigue siendo un polvorín. Según un informe de Intermon Oxfam titulado Por un Marruecos menos desigual, una fiscalidad justa, en 2018, la fortuna de los tres marroquíes más ricos superó los 4.000 millones de euros, mientras que el salario mínimo es de 230 euros mensuales. Un trabajador con este salario tardaría 154 años en igualar los ingresos anuales de uno de estos millonarios, desigualdad que viene quedando inalterada desde 1984.
Hablamos de un país que a pesar del lavado de cara, mantiene un 40% de paro juvenil y donde más de la mitad de ellos no termina los estudios básicos, la cobertura sanitaria no existe e incluso el acceso a agua potable está restringida en amplias zonas del interior del país.
Limpieza de calles y desapariciones forzadas
En los últimos años, y en especial durante el período de la pandemia, las autoridades han trasladado a habitantes de barrios precarios, como Sidi Moumen en Casablanca, a complejos habitacionales periféricos, alejándolos de centros turísticos y áreas visibles. De hecho, los destacamentos policiales de las principales capitales tienen «equipos de limpieza» sin uniforme que trasladan de manera forzosa a mendigos, cuando no directamente los hacen desaparecer, práctica que el Comité contra la Desaparición Forzada (CED) de la ONU ya lo reconoció en sus observaciones finales sobre Marruecos en abril de 2022.
En ciudades como Marrakech, proyectos de lujo como el Domaine Royal Palm y el encarecimiento de los barrios tradicionales han desplazado a comunidades pobres a áreas periféricas de las ciudades, reduciendo su visibilidad en zonas frecuentadas por turistas, algo que se ha acelerado tras el anuncio de la celebración del mundial 2030, que será el año del gran escaparate.
La burguesía marroquí desplaza a España
Para ese momento, Marruecos buscará presentarse ante el mundo, y fundamentalmente ante los Estados Unidos, como un socio preferente. Uno de los objetivos a corto plazo que se plantea la Casa Real marroquí es desplazar a España como aliado en el Estrecho, y para ello ha desplegado toda una batería de acciones económicas que en efecto están dando resultados.
Por ejemplo, familias como los Elalamy, dueños de Saham Group, financian think tanks como el Centro Americano Marroquí (MAC, por sus siglas en inglés) para mantener a Marruecos como aliado clave de Estados Unidos en el Magreb, y que, por ejemplo, ha dado lugar a que el país quede parcialmente excluido de la política de aranceles promovida por la Administración Trump. El holding Al Mada tiene acuerdos preferenciales para la exportación de fosfatos y productos agroindustriales a Estados Unidos, y además, la monarquía se ha postulado como un comprador habitual de armamento de empresas norteamericanas.
La burguesía marroquí quiere erigirse en el Israel de África y un teniente clave de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos en el continente y en el paso del Estrecho, pero las debilidades estructurales, la pobreza, la corrupción y el despotismo del régimen hacen del Gran Marruecos un verdadero tigre de papel.
Un aliado con pies de barro
Es cierto que España ya ha perdido su sitio en cuanto a la condición de peón geopolítico en favor de Marruecos, pero eso no implica que el majzen marroquí las tenga todas consigo. La apuesta de la Casa Real pivota sobre tres factores: que no cambie la política de Estados Unidos en relación al no reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática, que prospere la apuesta de los grupos empresariales locales de convertir a Marruecos en el hub logístico de las empresas norteamericanas, y por último que termine de definirse el proyecto de gasoducto Nigeria-Marruecos.
La política hacia el Sahara de la Administración Trump dependerá de si ésta le trae beneficios claros, y lo cierto es que según la prensa argelina, la visita a Washington a primeros del mes de abril del ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, fue «decepcionante» en cuanto a que los funcionarios norteamericanos no ven clara la supuesta soberanía alauita sobre el Sahara.
Y la pata empresarial de la apuesta del majzen tampoco está siendo un camino de rosas. El gasoducto con Nigeria por ahora es solamente un estudio que solamente reproducen los medios de comunicación que reciben financiación de la Casa Real, ya que nadie más se cree la promesa del gobierno marroquí de que éste comience su andadura en el año 2029. Por otro lado, la idea de que empresas norteamericanas se instalen en el país, que ofrece mano de obra barata, no avanzan al ritmo deseado.
Por ahora Marruecos es un socio comprador de los Estados Unidos, potencia que está exprimiendo la capacidad de endeudamiento público del país alauí hasta el límite, y a quien le vende de todo (siempre que pueda pagarlo), pero a quien no termina de asignar el papel de gestor de sus asuntos en África, como desearía la burguesía marroquí.
El Mundial 2030 ha sido proclamado como una especie de «año mágico» en el que culminará un endeudamiento público estratosférico, y que si no cumple con las perspectivas, puede llevarse puesta a la Casa Real, de la mano de sus acreedores y del propio pueblo marroquí, a quien ya le están cargando la cuenta de estos fastos.
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