Thomas de Maizière, ministro alemán del Interior |
La futura ley, según el deseo del gobierno germano, debe agilizar las deportaciones de los peticionarios de asilo y también incluye sanciones drásticas para todas aquellas personas que hayan facilitado datos falsos a las autoridades en el momento de ingresar al país.
“Si un refugiado ha realizado noventa llamadas telefónicas a Sudán y le dice a las autoridades que él viene de Eritrea, es fácil suponer que se trata de un sudanés”, dijo el ministro del Interior, Thomas de Maizière, al justificar la nueva medida y, al mismo tiempo, rechazar las críticas formuladas por los dos partidos de oposición, Los Verdes y La Izquierda, que denunciaron que la medida vulnera la esfera privada de las personas. “La medida es inteligente y razonable”, añadió el ministro.
La nueva normativa también facilita la detención para su expulsión de todos los peticionarios de asilo que representan una amenaza para la integridad física o a la seguridad nacional. El proyecto de ley, que contempla la posibilidad de utilizar tobilleras electrónicas para vigilar el desplazamiento de los sospechosos, amplía de cuatro a diez días, el tiempo máximo de detención previo a la fecha de deportación.
La medida aprobada este miércoles por el Consejo de Ministros, pone fin a la famosa “cultura de bienvenida” que echó raíces en el país en el verano de 2015, cuando la canciller Angela Merkel ordenó abrir las fronteras alemanas a cientos de miles de refugiados. Ahora y cuando solo faltan siete meses para las elecciones federales, la canciller ha enviado una poderosa señal de dureza para aplacar las críticas que recibió, sobre todo de parte de la CSU de Baviera, a causa de su generosa política de asilo.
La “cultura de bienvenida”, puede convertirse en el curso del año en una polémica “cultura de expulsiones”. Según el ministro de la cancillería, Peter Altmaier, 300.000 peticiones de asilo fueron rechazadas en el curso de 2016, de un total de 700.000.