En 2010 Barack Obama organizó un encuentro sobre seguridad nuclear en Washington. El encuentro se centró en la lucha contra la proliferación de uranio y plutonio de tipo militar, a fin de evitar los riesgos del terrorismo nuclear. Fue la mayor reunión de jefes de Estado desde la Conferencia Naciones Unidas en 1945. En el marco de la cumbre, los políticos chinos y norteamericanos acordaron la necesidad de establecer un centro de seguridad nuclear en Pekín.
Seis años mas tarde, el pasado 19 de marzo, ese centro, el mayor de la región Asia-Pacífico, se ha inaugurado en presencia del viceprimer ministro chino Ma Kai y del secretario de Energía norteamericano Ernest Moniz. Está financiado únicamente por China y por Estados Unidos. Fue concebido por la China Atomic Energy Authority (CAEA) y el Departamento de Energía (DOE) norteamericano. Según Xu Dazhe, director del CAEA, tiene capacidad para formar en seguridad nuclear a 2.000 personas (tanto chinas como de otras naciones de la región Asia-Pacífico) al año. Como explica Wang Yiren, director adjunto del CAEA: “Este centro es una realización importante en la cooperación chino-americana sobre seguridad nuclear, y va a potenciar la cooperación en la región Asia-Pacífico y en el mundo […] También promoverá el uso de la energía nuclear civil”. Las misiones de este centro irán muy por delante del objetivo inicial, la lucha contra la proliferación y el terrorismo nuclear.
Es un importante acontecimiento que asienta la influencia norteamericana sobre la energía nuclear china, y favorece las normas, los standards y la concepción norteamericana de la protección y la seguridad nuclear.
Grupos de presión organizados en el seno de prestigiosas universidades norteamericanas influyen sobre la estrategia china de retirada del combustible usado de las centrales atómicas. Pekín decidió reciclar sus materias nucleares, lo que permite valorizar mejor el uranio, disminuyendo el almacenamiento de desechos. Esta estrategia china es favorable a Francia, que podría encontrar oportunidades comerciales importantes, principalmente la entrega de una planta de tratamiento de combustible estimada en 20.000 millones de euros. Las conversaciones comerciales están en curso entre AREVA y la China National Nuclear Corporation (CNNC).
Las críticas norteamericanas comienzan a dar sus frutos, alcanzando eco entre ciertos responsables de la industria nuclear china. El argumento principal esgrimido por los grupos de presión norteamericanos es de orden político. Se trata del riesgo de proliferación. Matthew Pennington (Asociated Press Washington) explica: “Los defensores de la no-proliferación advierten que los residuos resultado del tratamiento producirían plutonio de calidad militar, planteando un riesgo de seguridad, y exacerbando las rivalidades nucleares en Asia”.
La Unión de Científicos Comprometidos (UCS), importante grupo de presión fundado por científicos y estudiantes de Massachusetts Institute of Technology (MIT), declaraba que el tratamiento de residuos no reduce la necesidad de un almacenamiento seguro para los desechos. Igualmente, Henry Sokolski, antiguo funcionario del Ministerio de Defensa norteamericano y actual director de Nonproliferation Policy Education Center (NPEC), con sede en Washington, aclara que “los expertos nucleares chinos que se encargan de asegurar que el programa electronuclear chino esté al día y seguro están realmente inquietos por los riesgos financieros, técnicos y diplomáticos que representa el reciclaje de plutonio”.
El informe de enero de 2016 de la Universidad de Harvard (Belfer Center) explica que la estrategia de tratamiento de residuos no tiene sentido desde un punto de vista económico. El estudio muestra que China podría ahorrar miles de millones de dólares almacenando el combustible usado (sin tratamiento), e invertir más bien en nuevas centrales: “China tiene tiempo porque tiene acceso a cantidades de uranio que le permiten alimentar su crecimiento nuclear durante muchas decenas de años, y el almacenamiento en seco puede proporcionar un medio seguro y económico de gestión de combustible usado para décadas, dejando las demás opciones posibles para el futuro”. Hay que destacar que este estudio ha sido redactado junto con un ingeniero de la China Nuclear Power Engineering (CNPE), director adjunto de la División de Evaluación Económica en la CNNC. Matthew Bunn, otro autor de este informe es un antiguo consejero de la Casa Blanca. El informe ha sido publicado entre dos rondas de las negociaciones comerciales entre AREVA y la CNNC para la venta de la planta de tratamiento mencionada mas arriba.
Las acciones de los políticos, las instituciones y grupos de de presión académicos norteamericanos son coherentes. La Nuclear Regulatory Commission (NRC) y el departamento de Energía (DOE) son grandes exportadores de sus criterios y standards, y utilizan muy satisfechos las vías diplomáticas, como la lucha contra el terrorismo nuclear, para difundirlos.
De la misma forma, Estados Unidos desarrolla su influencia gracias a las redes creadas por los intercambios académicos y al prestigio de universidades como Harvard o el MIT. Estos se benefician de numerosos contactos en el seno de instituciones e industrias mundiales, sobre todo en China. Entre otras cosas, continúan acogiendo y formando abundantes futuros dirigentes extranjeros, a través del programa “Jóvenes Dirigentes” y de las bolsas de estudio.
Estas acciones, aplicadas durante numerosas décadas, preparan eficazmente el terreno a las industrias norteamericanas, en detrimento de sus competidoras. Podemos preguntarnos cuándo las instituciones francesas y europeas estarán en disposición de aportar un nivel de influencia tan avanzado, coherente y a largo plazo a los empresarios franceses.