La planta, ubicada a unos 150 kilómetros al noreste de Alepo, fue adquirida por Lafarge en 2007 y puesta en marcha en 2010. Estaba considerada como una de las joyas de la industria cementera francesa en toda la región.
Amenazada por “la inestabilidad creciente” en Siria y el avance del grupo terrorista Califato Islámico, la planta de Lafarge se mantuvo en funcionamiento hasta 2014.
Los gerentes de la multinacional negociaron de manera “opaca e inconfesable” con los terroristas del Califato Islámico varios acuerdos para garantizar que la empresa pudiera continuar con su producción.
Las cuestiones abordadas por las partes incluían el tránsito de camiones y el acceso de los empleados a su lugar de trabajo. Además, la planta seguía adquiriendo petróleo de los campos petroleros capturados por los radicales, “financiando indirectamente a la organización yihadista”.
La multinacional funcionó hasta el 19 de diciembre de 2014, cuando el Califato Islámico decidió finalmente apoderarse de la planta. Lafarge ofreció reiteradamente a los yihadistas relanzar la factoría a condición de repartir las ganancias, pero los yihadistas rechazaron todas las
propuestas.
Finalmente, en febrero de 2015, las fuerzas kurdas liberaron la planta, que posteriormente se convirtió en una base de las fuerzas de ocupación francesas que operan ilegalmente en Siria.