Capaz de brillar como soulman romántico (en los electrizantes duetos con Mary Wells y Kim Weston) y también de sorprender como hombre comprometido con su época -criticando la brutalidad policial contra la comunidad negra, lamentando el sinsentido de la guerra e incluso detectando la esclavitud que pueden provocar las drogas-, este artista de vida íntima realmente agitada lanzó al viento un mensaje de redención colectiva que el cinismo del presente puede enfocar como ingenuo. Pero que en los setenta resonó con la energía propia de la verdad.
Un año después de la aparición fulgurante de ese disco, Gaye empezó a trabajar en un disco planeado como una continuación aún más politizada de “What’s Going On”. Probó en público con un primer single, que no funcionó comercialmente como esperaba, y terminó descartando ese proyecto.
Según diría un tiempo después, el cantante tenía la certeza de que Motown no había apoyado lo suficiente la promoción del tema porque Gordy no sentía ninguna empatía ideológica con Marvin. El argumento queda algo debilitado por un dato comprobable: la compañía había renovado contrato con él hacía muy poco y le había pagado nada menos que un millón de dólares, aunque ya conocía de sobra su ideario.
Disputas al margen, lo cierto es que el nuevo disco quedó en un limbo (Gaye no hizo demasiado para cambiar ese destino, de hecho). Algunas de sus canciones solo aparecieron dispersas en compilados y antologías del sello. Ahora reeditado completo, con su fisonomía original, revela que su ocultamiento fue un verdadero pecado. “You’re the Man” es un disco que se acomoda, a fuerza de belleza e ideas, cerca de lo mejor que produjo este devoto de Sam Cooke nacido en Washington D.C. y fallecido, igual que su ídolo, en trágicas circunstancias.
Como en “What’s Going On”, el más erótico “Let’s Get It On” (1973) o el notable tratado sobre la intimidad “I Want You” (1976), todos discos producidos en una etapa muy efervescente de su carrera, Gaye consigue otra vez reunir en un mismo repertorio múltiples facetas que conviven en armonía y le dan forma a un todo concentrado y contundente: puede cuestionar a Richard Nixon, contarnos una historia de alcoba o recordar con dolor distintos desaguisados familiares.
Se ha dicho que suena en un mismo álbum angustiado, reflexivo, motivado, comprometido, sexy, hipnótico, torturado, religioso, desafiante, desilusionado y compasivo. Todo por el mismo precio, el de rendirse ante la magnitud de un artista superlativo.
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Piquetes y pancartas,
no me castigues con brutalidad.
Háblame, para que así veas
qué es lo que está pasando.
Sí, qué está pasando
dime: ¿qué es lo que está pasando?
Yo te diré qué es lo que está pasando.
(de la letra de “What’s Going On”)