La incursión en Siria evidencia a Israel como un Estado fallido que huye hacia adelante

Antes del ataque del 7 de octubre y la consiguiente guerra en Gaza, el Fondo Monetario Internacional pronosticaba que la economía de Israel crecería un envidiable 3,4% durante el año 2024. Ahora, las proyecciones de los economistas oscilan entre el 1% y el 1,9%, según su grado de optimismo, y las previsiones para 2025 son peores, que ni siquiera contaban con la aventura bélica en Siria.

Matar mucho no es ganar una guerra

En la izquierda woke es habitual sostener que el carácter «superior» del ejército sionista implica que cualquier hipótesis de desmoronamiento del régimen israelí es una fantasía que solo puede traer males mayores. Dialécticamente lo que viene a decirse es que el pueblo palestino no debería continuar con su resistencia, y debería firmar una pax romana con su opresor.

Quien sostiene esta tesis, que paradójicamente es coincidente con la que hacen los apologistas israelíes, aduce algo que es cierto, y es que el poder de fuego sionista es muy superior al palestino. Solo hay que ver las cifras de muertos en uno u otro bando para comprender que lo que ocurre del lado palestino es una sangría en toda regla. Ahora bien, ganar la guerra es otra cosa.

También quienes sostienen esta tesis nunca comprenderán que una estructura económicamente decadente no es menos decadente por su alto poder de fuego, sino todo lo contrario. Y es que las muestras de agotamiento del modelo sionista se percibe dentro y fuera de Israel, lo cuál, unido a ese tan repetido poder de fuego, hace que sea un Estado todavía más despreciable y asesino, cuyo único futuro es su destrucción.

Economía de guerra

El Banco de Israel estimó en mayo que los costes derivados de la guerra ascenderían a 250.000 millones de shekels (66.000 millones de dólares) hasta finales del año 2025, incluidos los gastos militares y civiles, como la vivienda para miles de israelíes obligados a huir de sus hogares en el norte y el sur. Eso equivale aproximadamente al 12% del PIB de Israel.

Esos costes parecen destinados a aumentar aún más a medida que los combates más intensos en el Líbano y la ocupación de Siria se suman a la factura de defensa del gobierno y retrasan el regreso de los israelíes a sus hogares en el norte del país, donde decenas de miles de personas se encuentran desplazadas.

Karnit Flug, ex gobernadora del Banco de Israel y ahora vicepresidenta de investigación del Instituto de Democracia de Israel, vinculado al Partido Laborista, dijo en una entrevista al Times de Israel que «existe el riesgo de que el gobierno israelí recorte la inversión para liberar recursos para la defensa«.

También los investigadores del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional son igualmente pesimistas. Argumentan que incluso una retirada de Gaza y la calma en la frontera con el Líbano dejarían a la economía de Israel en una posición más débil que antes de la guerra, dijeron en un informe en agosto. «Se espera que Israel sufra daños económicos a largo plazo independientemente del resultado«, escribieron.

La disminución prevista de las tasas de crecimiento en todos los escenarios en comparación con las previsiones económicas anteriores a la guerra y el aumento de los gastos de defensa podrían exacerbar el riesgo de una recesión que recuerde a la década perdida que siguió a la Guerra del Yom Kippur”.

Los israelíes hacen las maletas

La guerra de 1973 en la península del Sinaí y los Altos del Golán, marcó el comienzo de un largo período de estancamiento económico en Israel, en parte porque el país aumentó masivamente el gasto de defensa, situación que se está repitiendo ahora, pero multiplicada por diez, ya que todo el presupuesto de 2025 tiene como eje principal el financiamiento de la guerra en detrimento de la tradicional «acción social» que debe guiar la acción pública, según la Constitución israelí, acción que ya venía muy devaluada.

Y lo que está siendo inevitable es el masivo éxodo de habitantes. Solo en los meses posteriores al 7 de octubre abandonaron Israel más de medio millón de habitantes que tenían doble nacionalidad, sin vistas a que vuelvan, lo que ha reducido también el número de altos contribuyentes. Pero también, la financiación del Estado de Israel se está volviendo cada vez más cara.

El endeudamiento público se ha disparado, ya que los inversores exigen mayores rendimientos para comprar bonos israelíes y otros activos. Las múltiples rebajas de la calificación crediticia de Israel realizadas por Fitch, Moody’s y S&P probablemente aumenten aún más el coste de los préstamos para el país.

A finales de agosto –un mes antes de que Israel llevara a cabo ataques contra la capital del Líbano y la incursión terrestre contra Hezbolá en el sur del país– el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional estimó que sólo un mes de “guerra de alta intensidad” en el Líbano contra la milicia chií, con “ataques intensivos” en la dirección opuesta que dañan la infraestructura israelí, podría hacer que el déficit presupuestario de Israel se disparara hasta el 15% y que su PIB se contrajera hasta un 10% este año.

La economía está colapsando

Coface BDi, una importante empresa de análisis de negocios de Israel, estima que 60.000 empresas israelíes cerrarán este año, frente a una media anual de alrededor de 40.000. La mayoría de ellas son pequeñas, con hasta cinco empleados.

“La incertidumbre es simplemente mala para la economía, mala para la inversión”, dijo Avi Hasson, director ejecutivo de Startup Nation Central, una organización patronal que promueve la industria tecnológica de Israel a nivel mundial.

En un informe reciente, Hasson advirtió que la notable resiliencia del sector tecnológico de Israel hasta ahora “no será sostenible” por la incertidumbre creada por el conflicto prolongado y la política económica “destructiva” del gobierno. La inseguridad creada por la guerra ha exacerbado esa tendencia, ya que la mayoría de las nuevas empresas tecnológicas se han registrado formalmente en el extranjero, a pesar de los incentivos fiscales para constituirse localmente, y un gran número está considerando trasladar algunas de sus operaciones fuera de Israel, dijo Hasson a en una entrevista a la CNN.

Los sectores de la agricultura y la construcción han luchado por llenar los vacíos dejados por los palestinos cuyos permisos de trabajo han sido suspendidos desde octubre del año pasado, lo que ha hecho subir los precios de las verduras frescas y ha provocado un pronunciado descenso en la construcción de viviendas.

El turismo también ha sufrido un duro golpe, con un descenso pronunciado de las llegadas este año. El Ministerio de Turismo de Israel ha estimado que la caída de turistas extranjeros se ha traducido en 18.700 millones de shekels (4.900 millones de dólares) en ingresos perdidos desde el comienzo de la guerra.

Los datos reflejan una economía en quiebra y una superestructura militar cara que ha perdido su esencia fundacional original, que es la de establecer una colonia blanca en el centro de los pueblos árabes, colonia que está comenzando a hacer masivamente las maletas. No sin antes quemar las naves, con el pueblo palestino dentro.

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