La guerra imperialista condiciona los planes de China para la nueva Ruta de la Seda

Recientemente el diario alemán Handelsblatt informaba que 27 de los 28 embajadores de la Unión Europea en Pekín llamaban a formar un “frente común” contra la Ruta de la Seda, por tratarse de una infraestructura que enfrenta a los países europeos del norte con los del este y el sur. La política china, dice el comunicado, siembra la discordia en el seno de la Unión Europea.

Además, el 90 por ciento de los contratos para crear la Ruta de la Seda se adjudicarán a empresas chinas. Los acuerdos de inversiones entre ambas partes, China y Unión Europa, no avanzan. Europa, una región del mundo en crisis, quiere tener las puertas abiertas en China, donde el crecimiento económico casi alcanza el 7 por ciento este primer trimestre del año.

Este tipo de declaraciones, tan impropias de la diplomacia, explican el reciente viaje de Merkel y Macron a Pekín y las declaraciones del comisario europeo de economía, Pierre Moscovici, sosteniendo que Europa no toma partido en las disputas comerciales entre Estados Unidos y China.

Así aparecen los entresijos de la actual crisis del imperialismo, metabolizados bajo la etiqueta de una mera “guerra comercial”.

La Unión Europea y China están condenados a entenderse y si no lo han logrado es por las presiones del tercero en discordia, Estados Unidos, que se ejercen sobre los dos pilares europeos: Alemania y Francia. A pesar de que la “guerra comercial” declarada por Trump afecta a ambas partes casi por igual, los países europeos no rompen amarras con Estados Unidos; al menos de momento.

Para muestra sirve un botón: desde hace siete años la empresa tecnológica china ZTE no puede comprar microprocesadores estadounidenses para equipar sus mercancías. Dicha sanción también afecta a las exportaciones de los fabricantes estadounidenses y no ayuda a reducir el défit fiscal, que el pretexto invocado desde Washington. Su objetivo no ese, sino atacar a las empresas tecnológicas chinas.

No estamos, pues, en presencia de una mera “guerra comercial” sino ante la liquidación de la Organización Mundial del Comercio y todas las normas que han presidido las relaciones económicas de la posguerra, lo que se ha llevado por delante a los tratados TIPP y TPP. Como resume la agencia de noticias Bloomberg, lo que preocupa al Partido Comunista de China es el “clima geopolítico”.

Como el resto de países capitalistas, China también se mira al ombligo porque en situaciones de crisis se impone el “sálvese quien pueda”. En efecto, el bocado más sabroso de la Ruta de la Seda se lo quedarán para ellos, aunque dejarán migajas para quienes les sigan la corriente. Es lo más viejo de las crisis de superproducción. Desde 2015 es la primera vez que el gobierno de Pekín vuelve a hablar de “sostener el consumo interior”, lo que en el caso de China sirve para que el Partido Comunista lo envuelva dentro de su campaña de “lucha contra la pobreza”.

http://www.chinasquare.be/achtergrond/snel-veranderende-geopolitiek-beinvloedt-chinese-economische-strategie/

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