La descolonización del Sáhara pone a Rusia en el centro del Magreb

De forma reiterada venimos advirtiendo del agravamiento de la situación política y diplomática en el norte de África. La tensión entre Marruecos y Argelia es cada vez mayor y ambas partes recurren a Moscú. En pocos días, los dos gobiernos magrebíes han intensificado los intercambios con los diplomáticos rusos, buscando hacerse oír en un tema que es uno de los más sensibles del continente africano.

El martes el ministro de Asuntos Exteriores argelino, Ahmed Attaf, telefoneó a Lavrov. Según el Ministerio ruso de Asuntos Exteriores (*), ambos abordaron el fortalecimiento de la asociación estratégica entre Moscú y Argel, prestando especial atención al programa de trabajo del Consejo de Seguridad de la ONU, que Rusia preside este mes.

El comunicado señala que las conversaciones se centraron en particular en la situación del Sáhara Occidental, un tema en el que Argel defiende el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

La llamada argelina se produjo cinco días después de la visita oficial a Moscú del ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, quien fue recibido por Lavrov. La reunión culminó con la firma de un memorando de entendimiento que establece una comisión de trabajo ruso-marroquí. Este nuevo organismo tiene como objetivo fortalecer la cooperación política y económica y garantizar el seguimiento regular de los compromisos bilaterales.

Ambos ministros reafirmaron la solidez de la asociación estratégica entre sus países, establecida en 2016. Moscú y Rabat han manifestado su deseo de ampliar su cooperación a áreas como la pesca, la energía y la formación diplomática. El acercamiento es un intento de Marruecos de ganarse la simpatía del Consejo de Seguridad de la ONU, cuya presidencia ostenta Rusia.

Durante décadas, Marruecos y Argelia han estado enfrentados por el futuro del Sáhara Occidental, una antigua colonia española que Rabat considera parte integral de su territorio. Argel, por su parte, apoya al Frente Polisario, representante legítimo del pueblo saharaui.

Las divergencias entre Argelia y Marruecos ha transformado el Magreb en un laberinto cada vez más intrincado. Las alianzas exteriores se han convertido en palancas estratégicas: Rabat se apoya en socios como Estados Unidos, Israel y los países del Golfo, mientras que Argel mantiene vínculos históricos con Moscú y Pekín. Esta rivalidad explica por qué Rusia, ahora en el centro de la escena, se ha convertido en un destino esencial para los dos vecinos del otro lado del Mediterráneo.

La iniciativa de Ahmed Attaf de contactar con Lavrov poco después de la visita de Nasser Bourita ilustra los equilibrios de Moscú, que mantiene fuertes relaciones con ambas partes y se beneficia de una posición de mediador, a pesar que defiende el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.

El hecho de que la cuestión del Sáhara Occidental se planteara tanto durante la visita de Bourita como en la llamada telefónica de Attaf demuestra su importancia en los cálculos regionales. Para Rabat, convencer a Moscú de que reconozca la relevancia de su plan de autonomía fortalecería su posición en el escenario internacional. Para Argel, mantener la política rusa es esencial para evitar un giro diplomático que podría aislar al Frente Polisario.

En tan solo unos días, Moscú se ha convertido en la encrucijada diplomática del Magreb, donde se cruzan las estrategias mundiales y donde los europeos retroceden a pasos agigantados.

(*) https://www.interfax.ru/world/1053900


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