En todos los países del mundo la usura ha sido fundamental para la acumulación originaria de capital. No es característico de China. La diferencia es que en el resto del mundo ha desaparecido con al desarrollo del capital financiero, mientras que en China se mantiene con un funcionamiento paralelo no sometido a ninguna clase de regulación.
A veces son familiares que se prestan mutuamente sus ahorros. Otras veces son instituciones similares a las que desde el siglo XVI existieron tradicionalmente en España, como montes de piedad o casas de empeños, y que ahora reaparecen por la crisis económica. Por un supuesto carácter filantrópico, este tipo de instituciones no es que fueran economía sumergida sino que nunca se las consideró como una parte integrante de las relaciones de producción capitalistas. Más bien se las consideraba como una forma de beneficencia.
En China los pequeños usureros no sólo prestan dinero sino que lo toman prestado, igual que los bancos. Aceptan depósitos de dinero “a la vista”, es decir, con una disponibilidad semejante a la de las cuentas corrientes. Además los garantizan con títulos (normalmente acciones) de empresas solventes por un valor superior al montante depositado. Así, en caso de que el prestamista no pueda devolver el dinero depositado, el inversor puede vender los títulos y recuperar su dinero.
Este mecanismo de préstamo es una de las formas más importantes de acumulación de capital en China, ampliamente extendido, ya que el usurero no sólo presta su propio dinero sino también el que capta de sus depositantes.
Además, muestra también la enorme amplitud que ha tomado la especulación bursátil entre muchos sectores sociales chinos, cuyos subsistencia depende de la oscilación de las cotizaciones. De ahí la importancia del desplome de las bolsas chinas en agosto y la ruina que ha supuesto para millones de personas.
La banca en la sombra es opaca; como no figura en los asientos contables, tampoco se conoce exactamente su alcance, aunque es realmente gigantesco. Se estima que ha alcanzando un volumen de 75 billones de dólares, por lo que puede superar el 60 por ciento del PIB. Es muy probable que las cifras económicas de China no estén sobreestimadas, como dicen los economistas en occidente, sino todo lo contrario.
La crisis económica no le ha afectado en absoluto, sino que ha disparado su importancia. Es un castillo de naipes que preocupa tanto el gobierno de Pekín como al Fondo Monetario Internacional. A medida que la economía china se desploma, el crédito de la banca en la sombra sigue creciendo a gran velocidad.
También en China los capitalistas sueñan con que la crisis capitalista es cíclica. El capitalismo es sinónimo de prosperidad permanente y en el futuro esa prosperidad volverá. Las épocas malas son efímeras y se pueden sobrellevar con un préstamo que les saque de este apuro momentáneo, mientras llegan tiempos mejores.
Es lo que creen muchas empresas que ahora ya no acuden al banco de siempre sino al prestamista de la esquina, que tiene muchas más ventajas: no exige nada, entrega el dinero al instante y ofrece tipos de interés muy reducidos.
Los mecanismos financieros como la banca oscura son el verdadero prototipo del capitalismo: el imperio del corto plazo, el pelotazo y el negocio instantáneo. “El dinero llama al dinero”. El resto, la banca típica, en China es un 65 por ciento pública, es decir, que depende de la burocracia, de decisiones políticas y de complicados reglamentos. La otra, la oscura, es el verdadero mercado en estado puro, la “mano invisible” de Adam Smith, el viejo sueño de los que se creen liberales.
Pero para ver la mano invisible tienen que viajar a China, que es el capitalismo de verdad.